La memoria del metal, de Jesús Gordillo (Apache Libros)

«Un astronauta retirado, un minero tullido y un timador a la fuga formarán el eje de una historia esférica en la que el tiempo permanece en constante rotación desafiando las reglas de la razón y el cosmos. Pirineo Aragonés, 1991. La montaña se agarra al cielo lo mejor que puede, mientras un terremoto sacude la tierra. En su cima, una antigua gasolinera alberga a un grupo de desconocidos que han quedado aislados tras cortarse la carretera. Sus vidas coinciden en ese punto concreto del planeta.«

Pues que hace algunas semanas que terminé La memoria del metal, de Jesús Gordillo y ya iba siendo hora de hablaros de lo que me ha parecido la novela. Antes de ponerme con ello, he de avisar que esta va a ser una reseña un poquito tramposa y puede que de las más marcianas que haya escrito en el blog, ya que voy a tirar de algunas referencias conocidas para que sirvan de ejemplo y que me van a venir muy bien para desarrollar lo que quiero explicaros y os hagáis una idea de por dónde van los tiros sin spoilear demasiado, dejando  también constancia de que me ha dejado tan pillado y dado tanto sobre lo que pensar, que esto va a ser más bien un intento (fallido) de ordenar ideas, conceptos y pensamientos a vuelapluma, trasladando de alguna forma las impresiones que me ha provocado una historia que ya os adelanto, me ha parecido fascinante, tanto en lo que propone como el modo en que lo hace.

 —¿Crees en el destino, Neo?

 —No

 —¿Por qué no?

 —No me gusta la idea de no ser yo el que controle mi vida.

Este inicio de diálogo, que luego deriva por otros derroteros ajenos a lo que ahora nos interesa (aunque el leitmotiv de la saga en sus secuelas no se aleja demasiado de lo que se nos propone aquí), se da en Matrix cuando Neo visita por primera vez al Oráculo, y nos sirve como punto de partida para que yo os haga la misma pregunta: ¿Creéis en el destino? ¿Somos dueños de nuestros actos y decisiones o por el contrario, nuestro devenir está ya escrito en piedra, estando atados a él de forma irreversible? ¿Libre albedrío o determinismo existencial? Para alguien como yo, un tipo justito para quien el mundo funciona con la premisa básica de acción-reacción, causa y efecto, no existen las casualidades, sino las causalidades y ahí es donde Jesús Gordillo aprovecha para romperme todos los esquemas y darme una dosis de mi propia medicina, en forma de hostia en los morros.

 Porque servidor, que es un cúmulo de contradicciones, también cree que todo en esta vida son ciclos. Ciclos que se repiten. A corto plazo o a gran escala. El Eterno retorno del que nos hablaba Nietzsche, y nosotros girando en la rueda del Samsara, en el centro de un uróboros que no es tal, sino un reflejo de nuestra propia incertidumbre ante lo que ha de venir. Decía mi abuelo que salvo los locos, todos somos dueños de nuestros actos, esclavos de nuestras palabras y víctimas de nuestras decisiones. Si me preguntas, te diré que para mí, la cosa funciona mitad y mitad. Que la vida es una suerte de carrera con un inicio y un final, y entremedias, somos nosotros quienes tomamos nuestras propias decisiones, quienes hacemos nuestras elecciones por propia voluntad, unos buscando atajos y transitando sendas peligrosas, otros paseando tranquilamente disfrutando de las vistas, pero que ciertamente, sea como sea y hagas lo que hagas, entre la línea de salida y la llegada hay dispuestos tres o diez o veinte momentos clave, trascendentales e ineludibles, situaciones concretas, puntos sin retorno que están anclados en nuestra existencia, establecidos de antemano por vaya usted a saber que /quién/porqué y de los que no podremos escapar, con los que nos encontraremos sí o sí, y que lo único que marcará la diferencia será como nos enfrentamos a ellos, según el camino recorrido, las vivencias que hayamos experimentado,  el conocimiento obtenido y las “herramientas”  adquiridas durante el trayecto hasta llegar ahí. Y pasado ese punto de inflexión, con mayor o menor fortuna, seguimos de nuevo la ruta libremente, a nuestro antojo, ya depende de en qué condiciones, hasta el siguiente punto y así, hasta que se acaba la partida y quién sabe, quizá vuelta a empezar. Pero, ¿y si no es así? ¿Y si no hay voz ni voto y somos tan solo títeres, actores involuntarios en un telefilm de bajo presupuesto, con un papel de mierda asignado sin nuestro consentimiento?

Se me da bien divagar y os pido perdón por este momento de filosofía lisérgica, pero es que la lectura de la novela invita a ello. 

Lo jodido del caso es pensar que si la has de cagar, la cagaras, hagas lo que hagas, por mucho que intentes evitarlo. ¿Hay escapatoria? ¿Hay forma de cambiar el pasado? ¿Y el futuro? ¿Estamos condenados a repetir los mismos errores, aun a nuestro pesar? ¿Podemos negarnos a cumplir con el rol que se nos ha asignado?Como una pesadilla recurrente, de la que no puedes despertar. ¿Se dan acaso excepciones?

Hablando de lo puramente literario, estamos ante una novela con muchas capas de lectura, en la que el autor ha construido con arte y paciencia una obra arquitectónica deslumbrante y aterradora sobre una estructura que, con facilidad, se podía haber venido abajo, por su elaborada complejidad a la hora de dejarlo todo enlazado, de atar cabos, de no dejar hilos sueltos, de hacer de todo uno y resultar creíble.

Y es que no es en absoluto sencillo narrar una historia como esta. Unas historias como estas, en plural, las de unos personajes enormes, complejos y llenos de matices, construidos desde unos cimientos tan sólidos que cobran vida, parecen reales, existen y se relacionan entre ellos de forma que es imposible imaginar. Sientes curiosidad, empatía, lástima y odio. Lamentas su suerte o aplaudes cuando lo que ha de ser acontece. Y alucinas cuando se te muestra la verdad, cuando esta se pone ante tus ojos y no te queda otra posibilidad que aceptar lo evidente, por imposible que parezca, por absurdo que resulte, por terrorífico que sea.

He leído casi todo lo que ha publicado Gordillo y puedo asegurar que es, de lejos, lo mejor que ha escrito nunca.

Como una gran tragedia griega, amores, errores, muerte, traición y venganza. Lamentos, frustración, ira y puede que redención. Pero siendo honestos, la vida no tiene finales felices, porque al final te mueres.

Fatalismo. Buscad su definición en el diccionario. Y después, comprad la novela, leedla y haceros las mismas preguntas que yo. 

Autor: Athman M. Charles

Pagano y jubilado, montañero retirado, boxeador vapuleado, fotógrafo desenfocado, jugón manco Old School, lector empedernido, juntaletras de medio pelo, casado y con hijos, calvo y barbudo. Legítimo heredero de la Casa de Cal Gallo de Montagut.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar