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El rostro en el espejo y otros relatos góticos, de Mary Elizabeth Brandon

Por Soraya Murillo.

Mary Elizabeth Brandon nació en Londres, en 1835. Antes que escritora fue actriz. Ser actriz por entonces no estaba muy bien visto, pues venía a ser relacionado con mujeres de mala reputación, cosa que a ella le daba absolutamente igual. Con su escritura y con su vida escandalizó a la sociedad victoriana de entonces.

Es reconocida como una de las escritoras inglesas más importantes de su época. La bibliografía de ella es muy extensa, aunque en España se la tradujo muy poco. La biblioteca de Carfax nos trae esta maravilla de antología compuesta por seis relatos. Algunos, por su extensión, se parecen más a novelas cortas.

Las seis siguen los patrones de lo gótico. Atmósferas de misterio con un escenario sobrenatural que por sí mismo, lo envuelve todo. Personajes llenos de angustia, situaciones que les provocan desmayos y una salud que de forma antinatural se va deteriorando. No hay fantasmas típicos con cadenas, no. Aquí los difuntos serán sus seres queridos o un antepasado. Hay que entender que por entonces creían que los difuntos regresaban de su descanso eterno. Aun así, les tenían miedo. El miedo, creo yo, se debía a que aquellos que murieron ya no eran realmente los que fueron en vida y eso les atormentaba.

Vais a leer tres historias de casas encantadas y otras tres donde el vampirismo, el infortunio inevitable y la venganza serán lo que atormentará a sus protagonistas y les llevará a un trágico destino.

El rostro en el espejo: En el lejano condado de Yorshire se erigía una hermosa mansión. Su anterior dueño murió ahogado en el mar. Ahora, en días de tormenta, los extraños ruidos atemorizan y algunas puertas desparecen. Allí llegará un joven matrimonio con ganas de explorar las estancias. Un espejo reflejará el rostro de aquel que debe morir.

-Ella: Una joven huérfana adinerada heredará de su abuelo una hermosa villa en Italia. En este relato no hay una leyenda de fondo. Iremos siguiendo cómo la casa va transformando a nuestra protagonista. De nuevo un espejo formará parte de la historia. Un oscuro espejo veneciano.

-La sombra en la esquina: Michael Bascon es un científico que vive en la mansión de Wildheath Grane y cuyo antepasado se suicidó en una de sus habitaciones. Esta tiene fama por los alrededores de casa hechizada, por lo cual es muy difícil que alguien quiera trabajar allí. María, una joven huérfana que desconoce los rumores, entrará como ayudante de limpieza, ocupando la habitación del suicida. Por las noches sentirá que algo la oprime mientras duerme…

-La buena lady Ducayne: Bella desea ejercer de acompañante de una dama, para poder ayudar económicamente a su madre. Lady Ducayne la contratará con un buen sueldo, llevándosela junto a su extraño médico a Italia. Todo esto para ella es como un sueño hecho realidad, si no fuera porque las otras acompañantes que tuvo la señora murieron. Una historia de vampirismo escrita de forma deliciosa. Con una crítica de fondo donde su protagonista es dueña de su vida, ganándose el dinero por ella misma, sin optar por el matrimonio con un hombre que la mantenga.

-Su última aparición: La historia más triste de todas las narradas. La vida de una joven y bella actriz al lado de un maltratador. Lo sobrenatural llegará al final de su relato, como ella misma presintió.

Terminamos con El visitante de Eveline: Narrado en primera persona, nos trasladará a Francia, en época del regente Felipe de Orleans. Dos primos se enfrentarán a un duelo. El joven Héctor de Brissac recibirá una condenación eterna entre susurros de los labios de André, mientras muere.

Historias fascinantes en las que no faltarán las maldiciones, fantasmas, secretos y venganzas. Ambientaciones agobiantes, con un estilo propio muy moderno poco habitual en esa época. Desenlaces fatales opresivos, donde la víctima parece resignarse al destino fatal que se le espera. 

Incluso en un brillante paisaje, el sol no puede iluminar los rincones más oscuros de la prosa de Brandon. Se crea una oscuridad seductora, como una pintura de base que se niega a esconderse debajo de la coloración llamativa de la vida cotidiana. Su desfile de personajes a través de la historia, cada detalle morboso, está escrito para nuestro entretenimiento.

Seis relatos de un gran nivel. Una nueva joya que nos trajo La biblioteca de Carfax.

https://labibliotecadecarfax.com/tienda/es/mary-elizabeth-braddon/10-el-rostro-en-el-espejo-y-otros-relatos-goticos-9788494668289.html

 

 

Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson

 

Por R. G. Wittener

Lo peor de los clubes de lectura es que tienden a sacarte de tu zona de confort, obligándote a leer libros cuya temática, a simple vista, no te resulta nada llamativa; pero la mejor virtud de un club de lectura es que, gracias a esas «lecturas forzosas», acabas descubriendo a autores que podrías no haber conocido jamás. Y en mi caso, la última revelación que debo agradecer a mi club de lectura es Shirley Jackson.

Cuando te topas con un autor que te llama la atención, la reacción obvia es indagar por su obra y su carrera para saber qué otros libros te has perdido hasta ahora. Lo cual me llevó a descubrir a una de esas figuras brillantes cuya estrella se apagó muy pronto: murió antes de cumplir los cincuenta años, medicada a base de anfetaminas y barbitúricos, pero con un gran reconocimiento literario (varias veces incluida en la antología de Mejores Historias Cortas de América, ganó el premio O. Henry, además del Edgar Alan Poe de Misterio, y sus novelas fueron elegidas entre las mejores del año por el Times y el New York Times). De hecho, al pasar del tiempo ha acabado dando nombre a unos premios literarios dedicados al suspense, el terror psicológico y la fantasía oscura. Aparte de que autores como Stephen King, Neil Gaiman o Richard Matheson han reconocido tenerla como influencia en sus inicios. Por desgracia, en lo personal no puede decirse más que sufrió con resignación un matrimonio lleno de infidelidades y controlador, y que su físico le deparó buena parte de los problemas de salud que acabarían por matarla. Algo que podría estar detrás de la intensidad psicológica que, al menos Siempre hemos vivido en el castillo, muestra en sus páginas.

La novela, escrita tres años antes de su fallecimiento, está ubicada en Vermont, en un pueblo ficticio, y esto es interesante porque hay constancia histórica de que Shirley Jackson tuvo problemas para relacionarse con sus vecinos de North Bennington, un pueblecito de… sí, lo habéis adivinado, Vermont. Su narradora y protagonista es Mary Katherine (Merrycat) Blackwood, una joven de dieciocho años que vive recluida en la mansión familiar con su hermana Constance (que ya roza la treintena) y su tío Julian (inválido y en un avanzado estado de senectud). Los tres, y muy en concreto Constance y el tío Julián, sometidos a un régimen de clausura desde que una inesperada tragedia golpease a la familia Blackwood seis años antes. Un evento que acabó por exacerbar resentimientos previos entre los habitantes de la mansión y los vecinos del pueblo.

¿Qué es lo que hace tan interesante la novela? Pues en primer lugar el universo mágico y contradictorio de Mary Katherine, a quien Carol Joyce Oates califica en su análisis de la obra de paranoica y yo me atrevería a decir que bordea la sociopatía. Los monólogos internos, en los que nos hace partícipes de sus comportamientos obsesivos o de sus ensoñaciones fantásticas, están dotados de una lírica muy hermosa y muestran a alguien con una gran sensibilidad; y aún así nos pasamos toda la novela decidiendo si Mary Kate debe gustarnos o es lógico odiarla, porque los personajes que se cuelan en su limitado universo (vecinos, familiares lejanos, curiosos…) demuestran muy pronto estar en la zona gris del espectro moral. De modo que el abierto desprecio que se profesan unos y otros no es sino la prueba palpable de lo enconado que se ha vuelto su conflicto en un «ecosistema social» tan pequeño y cerrado. Pero aún hay algo más: el misterio que rodea a la noche en que la desgracia se cebó con los Blackwood. En una serie de escenas, que llegan a estar cargadas de no poco humor negro, se nos van desvelando detalles sobre lo que ocurrió y qué papel jugó cada uno de los habitantes del «castillo». Una trama que se añade a ese juego de amor/odio que nos plantea Jackson respecto a sus personajes.

En cuanto a la técnica literaria de Jackson, que me disculpen los entendidos si me atrevo a buscarle influjos Kafkianos, pero la historia de ese grupo de personas apartadas del mundo, repudiadas por todos, que viven bajo el recuerdo de un hecho infausto y rodeadas por el variopinto legado de las generaciones Blackwood pasadas, mezcla algo de la condena autoimpuesta y el miedo a salir de su escondite de Gregor Samsa. Si a eso le añadimos que su primera novela, La lotería, plantea un caso de chivo expiatorio que puede recordar a El proceso, no parece tan descabellado apuntar esas similitudes. Por otro lado, tenemos el extraordinario trabajo de crear a un personaje que hace las veces de narrador… desde el punto de vista de alguien que, como ya he dicho, muestra comportamientos paranoicos, trastornos obsesivos y un toque de sociopatía, de modo que los lectores vemos al resto de personajes a través de ese tamiz; amén de ser partícipes de las muchas manías y supersticiones que dominan su vida. Todo lo cual se concreta en un brillante ejercicio literario.

Por todo lo explicado con anterioridad solo puedo acabar este artículo recomendando Siempre hemos vivido en el castillo. A los lectores, porque la obra de Shirley Jackson de seguro les va a sorprender; a los aspirantes a escritores, porque su técnica les va a permitir aprender a crear narradores inusuales y a trabajar los perfiles psicológicos mediante los diálogos. Y ya puestos, pueden empezar a buscar las novelas que han ganado el premio Shirley Jackson durante los últimos diez años y decidir si han conseguido igualar su calidad.