Nightflyers, de George R. R. Martin

Buenas noches, mis queridos Lectores Ausentes.

Hoy venimos con Nightflyers, la novela corta de George R. R. Martin, publicada por Gigamesh en una edición ilustrada y en tapa dura que es una pequeña joyita, y en la que se basa la nueva serie de Netflix con el mismo nombre.

He tardado un poco en subir esta reseña justo por ese motivo: Una vez terminada la lectura, quise ponerme con la serie para poder comparar, comprobar que nivel de rigor había en la adaptación y ver como una novela tan corta y que va a lo que va, podía dar de si toda una puñetera temporada de diez episodios y a saber. El resultado, os lo podéis imaginar… La serie, comparada con el libro, es un mojón, tal cuál y sin medias tintas.

No, no soy un hater ni hablo sin argumentar. La cosa es bien simple: La novela da para lo que da. Partiendo del argumento original, los personajes que aparecen en el texto y lo que sucede, el resto de las tramas en la adaptación audiovisual es puro relleno, añadidos que no aportan más que paja y que en cierto modo, llegan a desvirtuar el propio espíritu de la novela, convirtiendo una historia donde el minimalismo escénico, la sensación de abandono y soledad y la claustrofóbia que acecha a los pocos personajes, acaban convertidos en un concurrido carnaval sin chicha ni limoná.

Dejando a un lado la dichosa adaptación, que solo me ha reportado desesperación y flojera, centrémonos en lo que toca, donde si que hay cositas chulas que señalar.

Para empezar, recordar a nuestros lectores que en lo que se refiere al amigo Martin, hay vida más allá de Juego de Tronos. Y es que antes de que Canción de Hielo y Fuego lo petase, tanto en las librerías como en televisión, el autor tenía ya un amplio y jugoso recorrido, repletito de grandes y reconocidas obras dentro del género fantástico, en todas su parcelas y en especial, en lo que concierne a la ciencia ficción. Os recomiendo que os pongáis al día con ellas, si no habéis tenido ocasión, ya que os aseguro que va a ser todo un descubrimiento para los que tengáis la suerte de descubrir ahora esas ricas golosinas. Para conocer la bibliografía del autor, así como su propia historia personal, recomiendo que le echéis un ojo a los tres títulos que componen Autobiografía Literaria (Luz de estrellas lejanas, Híbridos y engendros y por último, Un corazón atribulado), trilogía publicada también por Gigamesh y de cuyos volúmenes ya hablamos aquí en su momento.

En Nightflyers, Martin nos ofrece una historia sencilla, pero efectiva, que justamente se mueve entre los tres grandes frentes de la literatura de género, ya que partiendo de una premisa puramente enclavada en la ciencia ficción más clásica, añade elementos fantásticos en forma de mitos y leyendas y convierte ese viaje espacial en una novela de fantasmas o más bien, en algo similar a una mansión encantada, en la que no se priva de incluir algunos momentos gore, de los que salpican.

Para los amantes del género fantástico, resulta difícil no encontrar diversas similitudes a otras obras, sean literarias o cinematográficas. Las primeras, sin duda, serían la peli Horizonte Final (por el protagonismo absoluto de la nave en todo lo que sucede), La maldición de Hill House (expertos en distintas ramas encerrados en un lugar maldito), La Cosa (la paranoia, la desconfianza y el buscar un culpable desconocido entre el reducido grupo de personajes, en este caso los tripulantes) y varios más, incluyendo a la fabulosa cosmogonía creada por cierto escritor de Providence. Pero si creéis que con estos datos os acabo de reventar la lectura, que os he soltado spoilers a cascoporro, pues ya os adelanto que no, en absoluto. La novela va por derroteros muy distintos, quizá no sorprendentes, pero si alejados de la obviedad. La naturaleza de la amenaza tiene su explicación y no cae en tópicos que podríais deducir con los datos que os he dado, así que en ese aspecto, tranquilos. Tendréis que descubrirla por vuestra cuenta.

Me encanta la idea de meter a un puñado de perfectos desconocidos en un ambiente cerrado y que suceda algo horrible que siembre la desconfianza, el temor y la claustrofobia, creando una atmósfera asfixiante que hace perder los papeles a los personajes y mostrando su lado más humano y por ende, más oscuro y egoísta. Es algo que siempre funciona y si se lleva a cabo de esa forma en que sabe hacerlo nuestro amigo Martin, pues oye, nada puede fallar.

El autor se maneja de maravilla en las distancias cortas (quién lo iba a decir, ¿verdad?), con una historia que, insisto, es en esencia simple, pero efectiva y muy bien ejecutada, que cumple con lo que pretende y nos deja bastante satisfechos.

Por poner una pega (que en realidad no es tal, si no más bien un deseo mío), es que me ha faltado profundizar en los Volcryn, pues considero que el mito y todo lo que conlleva, tiene muchísimo jugo por exprimir y podría desarrollarse algo increíble partiendo de la idea que nos presenta y todo lo que viene después.

Mención especial al personaje de Royd Eris, el capitán de la nave, que desde el primer instante se lleva toda nuestra atención, debido a su peculiar comportamiento que no hace más que ponernos la mosca detrás de la oreja y que, en definitiva, es el principal protagonista, junto Melantha Jhirl (me ha costado empatizar con ella, a causa de ese continuo alarde de superioridad, real y demostrada, pero no menos cansina), los Volcryn y por supuesto, la propia nave.

Por último, quiero destacar las fantásticas ilustraciones interiores de David Palumbo, que capta con todo detalle algunos de los momentos y plasma la angustiosa ambientación que se respira en la nave.

En definitiva, hacedme caso: Pasad un kilo de la serie, que no es más que un bodrio, y metedle mano al libro, una lectura breve, pero que os va a molar. Palabrita de niño pelón. Terror espacial del bueno, tal cuál.

Autor: Athman M. Charles

Pagano y jubilado, montañero retirado, boxeador vapuleado, fotógrafo desenfocado, jugón manco Old School, lector empedernido, juntaletras de medio pelo, casado y con hijos, calvo y barbudo. Legítimo heredero de la Casa de Cal Gallo de Montagut.

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