Mi vecino Totoro cumple treinta años

Por Fernando Codina.

Si con las palabras “¡Tora, Tora, Tora!” dio comienzo el ataque japonés contra la base americana de Pearl Harbor en diciembre de 1941, el nuevo grito de guerra en numerosos cines españoles es “¡Totoro, Totoro!”, con esa musiquita y ese acento tan pegadizos que hacen sonreír por igual a niños y a adultos. Porque la película de animación japonesa, “Mi vecino Totoro”, producida por los Estudios Ghibli, acaba de cumplir treinta años, y lo celebran con un re-estreno en unas cuantas salas de Madrid, y en el resto de España.

Como buen aficionado al cine en versión original, hace un par de días fui a verla a mis cines de cabecera, los Renoir (en parte por su genial opción de la vuelta al cine, con precios inferiores a los de la taquilla). Al entrar en la sala, pensé que iba a haber poca gente, en buena parte por la hora (las seis de la tarde de un jueves), pero sin olvidar el inconveniente de la propia versión original. Porque para mí era bastante distinto el ver una película en francés, italiano o inglés, idiomas que conozco bastante bien, que en japonés, donde solamente soy capaz de dar las gracias (“domo arigato”, y eso gracias a la serie “Shogun”).

Pero sin embargo, la sala estaba casi completamente llena, y no solo de adolescentes, sino también de personas de cierta edad. A mi lado se sentaron una chica de unos treinta años, y su madre, en la sesentena, y ya desde los créditos iniciales empezaron a cantar por lo bajinis la melodía…

Porque hay que reconocer que es pegadiza, y que suena muy bien, y que se mete en la cabeza del espectador. Como todo el resto de la película, por otra parte. El argumento no puede ser más sencillo: dos niñas, una de ellas poco más que un bebé (llamada Mei), y la otra una pre adolescente (Satsuki) se mudan a su nueva casa, en pleno campo, a vivir con su padre, mientras que su madre se recupera de una grave enfermedad en el hospital de la comarca. En el bosque cercano, las niñas descubren la existencia de seres míticos y extraordinarios, como su nuevo vecino, el gigantesco Totoro.

Es un personaje que tal vez debería dar miedo, por su enorme tamaño, sus garras afiladísimas o su tremenda boca llena de dientes amenazadores, pero que es en realidad un espíritu del bosque, que solo puede ser visto por personas de corazón puro. ¡Y no nos olvidemos del impresionante y enorme gato autobús, con sus incontables patas y su curiosísimo cuerpo moldeable! Las niñas vivirán varias aventuras con estos curiosos seres, a los que es imposible no tomarles cariño.

El caso es que durante los noventa minutos que dura la película, y quizás por la complejidad añadida del idioma original, tanto los demás espectadores como quien esto escribe, fuimos completamente abducidos por “Mi vecino Totoro”… y salimos del cine tarareando la dichosa musiquilla. Ha sido toda una experiencia, casi catárquica, y perfecta para olvidarnos del mundo real.

La película, dirigida por Hayao Miyazaki, se convirtió desde su lanzamiento en todo un fenómeno a nivel mundial, casi en el icono de toda una generación de niños que crecieron bajo su sombra. Y la carrera del director ha sido impresionante, siendo el responsable de otras películas míticas como “La princesa Mononoke”, “El castillo ambulante” o “Se levanta el viento”. En resumidas cuentas, toda una experiencia cinematográfica, que estaré encantado de repetir en cuanto cobre y pueda comprarme la película en DVD.

Autor: Athman M. Charles

Pagano y jubilado, montañero retirado, boxeador vapuleado, fotógrafo desenfocado, jugón manco Old School, lector empedernido, juntaletras de medio pelo, casado y con hijos, calvo y barbudo. Legítimo heredero de la Casa de Cal Gallo de Montagut.

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