PRIMAL, de Tartakovsky (HBOMax)

Que Tartakovsky es un genio es algo que ya sabíamos todos y a series como Samurai Jack o a su versión de Star Wars: Clone Wars me remito. Que en esta ocasión, el artista se ha superado a sí mismo con un proyecto brutal, salvaje y totalmente libre de prejuicios como es Primal, solo hace que lo reverenciemos todavía más, si es eso posible.

¿Que puedo decir de una serie de animación cuyo punto de partida es la imposible (en todos los sentidos) amistad entre un saurio y un neandertal? ¿ Y si le añadimos que toda la narración es puramente visual, ya que no hay ni un solo diálogo y toda comunicación entre personajes se basa en gruñidos, rugidos, gemidos y miradas?

Visualmente es una delicia, que bebe sin pudor alguno de la estética y espíritu más pulp de los comics de antaño y se reafirma en esa idea, de pura aventura desatada, si bien en esta ocasión con una sobredosis de ultraviolencia y barbarie, que le sienta de lujo, aunque sería de necios el no ser capaces de ver más allá de lo evidente y obviar la sorprendente e inesperada profundidad de algunas de sus tramas, de lo que subyace bajo el mero espectáculo de bichos, peleas, sangre y muerte. 

Dos criaturas al borde de la extinción en un mundo hostil, conscientes de que su tiempo ha terminado, de que solo se tienen el uno al otro. La pérdida de la familia y la necesidad de formar parte de algo, el instinto gregario y el de supervivencia van de la mano y compiten entre sí, poniendo la vida en peligro por salvar al otro.

Si en la primera temporada el trasfondo era la lucha por seguir vivos frente a una naturaleza indómita y salvaje, la segunda temporada da un paso más allá y nos lleva a una nueva lucha: contra el propio hombre. Contra la crueldad del ser humano. Contra algo más peligroso que los instintos animales: La ambición de los seres civilizados. Y de no querer renunciar a algo que has aprendido a querer, a la necesidad de proteger tu manada. La relación entre estos dos cafres y Myra, la sapiens, esclava liberada y amiga, es lo que da pie a todo el arco argumental de la segunda entrega.

 Y es que Tartakovsky se lo pasa teta creando un mundo imposible y anacrónico, donde conviven dinosaurios, mamíferos prehistóricos de la edad de hielo, antiguas tribus semi-humanas, proto-celtas, vikingos, escitas, cartagineses, egipcios y vaya usted a saber que otras antiguas culturas, mezcladas y enfrentadas entre ellas y con un final boss de la leche.

Este universo alucinante y la evolución de nuestros personajes le debe mucho, muchísimo, a Pellucidar, ese mundo secreto y misterioso que descubrimos con Tarzán en el centro de la Tierra. También, ¡como no!, a ese otro lugar conocido como Tierra Salvaje del universo Marvel, donde Ka-Zar y Zabu, su inseparable dientes de sable, viven todo tipo de aventuras. Ambos lugares y protagonistas, reúnen las mismas características que el mundo habitado por Spear y Fang.

En la segunda temporada, la guerra es el tema central y resulta alucinante ver al salvaje cabalgando a lomos del saurio, espada o lanza en mano, siendo acribillados a flechazos y abriéndose paso a tajos y dentelladas. Uno cree estar viendo al puñetero Conan, tal cual. 

No voy a desvelar nada del final, que me ha parecido tan alucinante y fantástico, como quizá excesivamente apresurado. Para mi entender, no podía acabar de otra forma, aunque quizá le hubiera dado algo más de tiempo para desarrollarlo y también alterado el orden de lo que sucede, para no dejarlo para el último momento y de esa manera tan WTF?, que no me desagrada, pero resulta curiosa y un tanto perturbadora.

 En fin, que no sé qué más puedo decir. Es disfrutable como pocas, intensa, divertida, emocionante, sin miedo a ofrecer lo que el espectador quiere ver. Excesiva, entendiendo esto como algo positivo, pues es lo que la serie pide. Cuando lo básico mola, pues no hace falta nada más. 

Yo me lo he pasado como un jodido enano, como gorrino en charca y  he de decir que el encontrar a alguien que no tenga miedo a presentar un producto como este, en estos tiempos de censura y corrección, donde todo ofende, molesta o repugna, es una jodida maravilla que se agradece.

¡Ale, a disfrutarla si no lo habéis hecho ya!

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