Mai oblidis que t’estimo, de Gemma Capdevila

Pues ayer asistí al preestreno de «Mai oblidis que t’estimo» (Nunca olvides que te quiero), un cortometraje tan duro como bello sobre el Alzheimer, basado en la historia real de la abuela del guionista Liam Colomer, y su relación con ella, aquejada por la enfermedad, y que gira alrededor del nexo de unión que supone la música entre ambos, cuando apenas queda nada más que la carcasa de aquella persona que fue. Liam, además de guionista es músico y ha sido un gustazo oírle hablar sobre su abuela, sobre las divertidas tradiciones familiares, sus encuentros, ser testigo del declive y la amalgama de emociones contradictorias que uno siente al respecto.

Imma Colomer, la actriz principal, está enorme interpretando a la anciana, en una actuación magistral sin más herramientas que su cuerpo y dotes actorales, con esa mirada de incomprensión y miedo, esa expresión ausente y ese lenguaje corporal que muestra con toda su crudeza los efectos devastadores de la enfermedad, de un modo tan convincente que duele. En cuanto a Miquel Sitjar, simplemente sublime. Aparece en escena poco más de dos minutos y sin apenas diálogo, con solo cantar/tararear una melodía abrazado a su hija, se come la pantalla y consigue darle una emotividad que estremece a un momento en apariencia tan irrelevante y cotidiano. Justo en esa secuencia está el leitmotiv de lo que significa el corto, la gran carga simbólica que le da sentido a la obra.

Dicen que menos es más y este es un ejemplo perfecto. Gemma Capdevila, su directora, aplica con gran acierto esa premisa y logra darle el tono que necesita, una visión que evita explayarse en añadidos innecesarios e impostados que solo lastrarían la narración y el mensaje.

Tras su aparente simplicidad y sin caer en trucos sentimentaloides para enganchar al espectador, se nos presenta una realidad pura y dura, difícil de aceptar y donde aún así, pese a la oscuridad que supone enfrentar la perdida de aquellos a quienes amamos, queda un atisbo de luz, una pequeña llama, imperceptible, pero viva.

El corto se ha rodado en Almacelles, mi pueblo, que es también el de la directora y el de Anna Otin, actriz de la peli «Alcarrás«, quién participa en el cortometraje con un pequeño papel que sin tener gran peso argumental, nos muestra aunque sea de pasada la importancia de las cuidadoras, soporte, ayuda y figura imprescindible en estos casos, cuando la enfermedad está tan avanzada.

En definitiva, una pequeña joyita, financiada mediante micromecenazgo, favores y ayudas, de la que no sabía que esperar y que me ha gustado mucho. He disfrutado con la charla posterior, donde el equipo explicaba como nació el proyecto y todo su desarrollo hasta llegar a presentarse hoy en público.

Ganas de ver cómo le va en cuanto se estrene de manera oficial y habrá que seguirle la pista tanto a Gemma en su incipiente carrera de directora (que se ha propuesto, en una valiente cruzada personal, traer y crear proyectos en nuestra tierra), como al resto de miembros del elenco. En especial, a mí querida paisana y buena amiga desde hace casi veinte años, Anna Rodriguez Otin, que aunque siempre me dé largas cuando le pregunto y le quita importancia, sé que ya tiene el gusanillo en el cuerpo y con ganas de nuevos desafíos.

Autor: Athman M. Charles

Pagano y jubilado, montañero retirado, boxeador vapuleado, fotógrafo desenfocado, jugón manco Old School, lector empedernido, juntaletras de medio pelo, casado y con hijos, calvo y barbudo. Legítimo heredero de la Casa de Cal Gallo de Montagut.

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