Lo que una vez se llamó Flora, de Julián Sánchez Caramazana

 

Buenas noches, queridos Lectores Ausentes.

Os traigo hoy la primera parte de una trilogía (de momento),conocida como “La Soledad del Zombi”.
La novela, titulada “Lo que una vez se llamó Flora”, es autoconclusiva,  con lo que no quedan
cabos sueltos demasiado evidentes y se cierran todas las tramas abiertas,  pese a que como es lógico, se reabrirán en los sucesivos volúmenes si es menester.

Aunque no me extrañaría que Julián Sánchez Caramazana , su autor, decida sorprendernos llevándonos por nuevos derroteros, vista la amplia gama de posibilidades que se abren con
esta primera parte, la inmensa riqueza del universo que nos ha redescubierto  y su innegable capacidad para convencernos a que bajemos con él  hacia ese profundo y olvidado submundo que permanece oculto ante nuestros ojos mortales .

 

“Bajo la Ciudad Condal, un horror antediluviano se agita. Al anochecer, sus siniestros agentes surgen de alcantarillas y túneles de metro. Cuando regresan a las profundidades de la tierra, dejan una estela de dolor y familias desesperadas.

Frente al horror, tres individuos que ya no tienen nada que perder: Tomás, un detective privado al borde del abismo. Juan Antonio, un ciego que desconoce el secreto de los túneles que se extienden bajo la ciudad. Elvira, una agente del gobierno atrapada en las oscuras intrigas de sus superiores.

En su lucha por salvar a la humanidad, tendrán que afrontar temibles retos, poner a prueba su cordura, desvelar secretos milenarios y descubrir la verdad sobre lo que una vez se llamó Flora. Una raza de zombis, dos imaginarios del terror, un demonio,
una Barcelona agujerada por multitud de obras a cada cual más significativa,
una narración que discurre durante unos cuantos días del mes de junio de 2009
en la superficie de la ciudad y bajo tierra en galerías profundas y laberintos de piedra. Un espejo maldito. ¿Te atreverás a mirar en su interior?

Hay miradas que matan.”

 

Admito sin rubor alguno que cuando empecé a leer la novela, me debatía entre dos sensaciones muy dispares: Por un lado, un entusiasmo poco habitual, debido al tema que trataba y las ganas locas por disfrutar de una lectura que prometía volver a los orígenes del género, al terror más atávico y ancestral, donde los Primigenios y otras entidades atemporales, más antiguas que el mundo, campasen a sus anchas, sembrando el horror y la locura.

Por otro, la peculiar forma de narrar que tiene Julián, directa, concisa y sin artificios, donde lo que realmente importa es la voz de los personajes, me descolocó un poco. El tránsito entre escenas, el cambio de registro de una voz a otra se realiza sin preámbulos, sin espacios, con lo que resulta fácil sentirse un tanto confuso en un primer momento, hasta que uno se hace con las riendas y le pilla el pulso a la historia. Da la impresión de que más que leerla, te están contando lo sucedido, de viva voz y entre cervezas y cigarrillos.

Pero como digo, en cuanto entramos en materia, nuestra atención está tan pendiente de lo que ocurre, tan absorta y rendida ante el encanto sin igual de un perdedor como Tomás, el detective protagonista  ( alguien con quien no podemos evitar sentir empatía desde el primer momento), que de un modo inconsciente, asimilamos  poco a poco, sin excesivo esfuerzo,  esa curiosa narrativa que a priori nos descolocaba, totalmente sumidos en lo que acontece.

Y no me ha defraudado en absoluto.  Ese sabor añejo, ese punto donde se toma lo mejor de lo mejor y se contextualiza a nuestros tiempos, sin perder ni un ápice de su calidad, fuerza  y autenticidad de los clásicos,  compensa con creces cualquier otra pega que pudiera encontrarse.

 

Lo que una vez se llamó Flora” utiliza todos los recursos con los que cuenta para ofrecer una
lectura intensa y adictiva. El terror en estado puro, con algunos momentos
donde hasta el gore tiene cabida, la intriga, la mitología de los Antiguos y un humor cínico y corrosivo, son sus bazas para ganarse al lector. La humanidad, la cotidianidad que se desprende de sus personajes, antihéroes, derrotados por sus propias vidas, perdedores natos cuyo futuro se adivina entre prostíbulos y el fondo de una botella de vodka, son lo más logrado de la novela.

Y Flora, esa criatura imposible. Ese ser indescriptible, más allá de la vida y la muerte, atemporal e incomprensible, ese zombi que no es tal, pero lo es, lograra sorprendernos de tal modo, nos impactará tanto su comportamiento, tan humano y tan absurdo al mismo tiempo,  que seremos
incapaces de no sentirnos cerca de ella, tanto o más que de los propios humanos.

 

Una novela muy recomendable, que deberíais descubrir por vosotros mismos.  Lectura obligada para los amantes de los mitos y leyendas Lovecraftianos, que encontraran entre sus páginas todo aquello que reunían las fuentes originales, con el añadido del saber hacer de Julián.

 

Lo que una vez se llamó Flora.

Autor: Julián Sánchez Caramazana

Imagen de portada: José Gabriel Espinosa

Editorial: Holocubierta Ediciones, S.L.

ISBN: 978-84-938846-1-1

Páginas: 222

Precio: 12,00€

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Autor: Athman M. Charles

Pagano y jubilado, montañero retirado, boxeador vapuleado, fotógrafo desenfocado, jugón manco Old School, lector empedernido, juntaletras de medio pelo, casado y con hijos, calvo y barbudo. Legítimo heredero de la Casa de Cal Gallo de Montagut.

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