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Cero, de Kathe Koja (Novela ganadora de los premios Bram Stoker y Locus en 1992)

Por Soraya Murillo.

Nicholas y Nakota encuentran un agujero negro de 30 cm en el almacén del piso donde vive Nicholas. Lo bautizan como el Ojo Negro. De allí emana un olor a podredumbre, aunque a veces sale un perfume dulzón.

Tememos a lo desconocido, y nada es más aterrador para ellos que ese agujero. Nicholas, el narrador de la historia, nos introduce en el misterio a medida que tratan de comprender aquello que han encontrado. En su exploración irán perdiendo su equilibrio mental, mientras la energía oscura que irradia del hoyo se va apoderando de su imaginación y de sus mentes. La autora, en estos pasajes deja al lector como indefenso y confundido en cuanto a los protagonistas, ya que seremos atraídos hacia lo que han hallado y aquello que significa, tanto para ellos como para nosotros.

Escrita de una forma muy natural, la trama moverá varios personajes, aunque los principales serán Nicholas y Nakota, individuos llenos de inseguridades. En realidad, son unos perdedores que casi viven al margen de la sociedad. Tienen una relación toxica de sexo repulsivo; ambos buscan más el calor humano que el amor. Violencia y humillaciones será su forma de vida en común. El agujero terminara de unirlos. También por cambiarlos.

Kathe Koja nos irá metiendo en el horror cuando empiecen a experimentar con el agujero introduciendo animales vivos y partes humanas… Lo que ocurra será verdaderamente increíble. Desde luego, la escena de los vídeos será lo que más macabro e incomprensible de toda la parte de los experimentos.

Con una buena prosa se nos narra lo que los personajes viven, siempre alrededor de ese hallazgo, limitando en parte sus opciones. Pero la autora, consciente de eso, irá subiendo la dosis de horror cuando una réplica del mismo agujero aparezca en la palma de la mano de Nicholas; un circulo infectado que rezuma un asqueroso fluido.

Aquí seguiremos una transformación casi cósmica que nos recordará, en cierta forma, a un personaje de Lovecraft.

Un libro claustrofóbico en el que estilo de la autora es un poco complejo, con algunas escenas de surrealismo gore, deteniéndose en algún momento para analizar lo que está ocurriendo. Dura de leer, con muy buenas escenas de miedo. La incertidumbre formará parte de toda la trama. Personajes que llegan a desestabilizar, pero a los que no podremos dejar de leer, esperando que será lo siguiente que les ocurra.

Lo he encontrado muy bien traducido para la complejidad del libro, gracias al buen hacer de Pilar Ramírez Tello.

Según vayamos acercándonos al final, nos iremos dando cuenta que no podía terminar de otra manera.

Diferente, horrorífico y original. Si buscas esto en el terror, es tu novela.

https://labibliotecadecarfax.com/tienda/es/kathe-koja/9-cero-9788494668272.html

 

 

La quinta fase de la luna, de Sergio Gaut vel Hartman

Buenas tardes, mis queridos Lectores Ausentes.

Hoy vengo con una de las reseñas que más quebraderos de cabeza me ha ocasionado en todos estos años que llevo metido en esto de hablar sobre mis lecturas, pues creo que hasta la fecha, jamás había topado con una obra tan inclasificable, extraña y difícil, no ya solo de explicar, sino incluso de asimilar. Y ojo, no estoy diciendo que no sea un buen libro. Ese es el verdadero problema, el no ser capaz de discernir si me ha gustado o no. Entre la genialidad y la locura hay una línea tenue, pero visible en la mayoría de casos y lo que sucede con La quinta fase de la luna es que alguien ha borrado ese límite, se ha desvanecido o lo han eliminado a escobazos, y el autor se pasea de un lado a otro sin mirar donde pone los pies y sin importarle un carajo en que lado se encuentra.

Todos conocéis mi fascinación por lo onírico, por lo surrealista e incluso, por el absurdo. Son modos muy personales de alcanzar un objetivo, de contar una historia, jugando con la capacidad del lector para sacar a la luz la cuestión, el motivo, la razón última, que se halla enmarañada entre sus formas, por poco convencionales que sean. Tras el aparente disparate, tras el simbolismo, tras el juego que se nos propone, uno espera hallar un propósito y lo que me ha sucedido con esta antología con algunos de sus relatos, es que no he sabido desentrañar cual es.

Atentos, que no se me malinterprete: Sergio Gaut es un autor como la copa de un pino. A nivel narrativo, demuestra un don poco habitual para retorcer las cosas, lo que hace que el lector se entregue por completo a la historia, fascinado por su capacidad creativa y por las ganas de aceptar su juego. Atrevido, divirtiéndose como un enano dándole vueltas a la manivela de la máquina de triturar lo obvio y evidente. El tema es que no contento con ello, el autor considera que eso es poco y se le ocurre meter el resultado en un puchero y añadir sin mesura todo aquello con lo que puede arramblar en la cocina, o sea, toda neura que se le pasa por la cabeza, removiendo con el cucharón hasta que la mezcla queda bien espesa y nos lo sirve sin dejar reposar, mientras se sienta frente a nosotros, sonriendo como un lunático y esperando a ver si rebañamos el plato, nos pillamos un ciego de cojones con el mejunje o morimos envenenados a la primera cucharada. A él le da lo mismo, pues su labor termina en cuanto el plato está ante el comensal, pero parece disfrutar del momento.

Ese es el gran problema de esta obra. Que no hay ninguna receta. Sergio se pasa cualquier norma o formalidad por el forro y hace lo que le da la puta gana, obligando al lector a tragar. Ese es un juego peligroso, pues si no hay unas pautas, una meta definida, el desconcierto se adueña de todo y eclipsa el resto, dejándonos masticando y sin saber si podremos engullir. Solo el tono desenfadado, la ironía y mordacidad que se desprende de los relatos, sirve de atenuante cuando se nos hace bola. Ese es su gran acierto, el usar el humor, por más extravagante, negro, corrosivo y sarcástico que sea.

No ocurre con todos los relatos. La mayoría de ellos, manteniéndose fieles a su condición surrealista y jugando con la sátira y lo absurdo, mantienen una coherencia interna, tienen un sentido final, obligan a la reflexión y resultan brillantes. En resumidas cuentas, la antología es pura crítica social, política, religiosa y antimilitarista (las barbaridades cometidas durante el régimen totalitario y dictatorial tienen un papel trascendental en la obra), y pese a que se nos vende como un recopilatorio de relatos de ciencia ficción atípica, creo que no se puede clasificar como tal, siendo como es un compendio de relatos donde la fantasía toma las riendas y galopa hacia territorios donde la lógica deja de tener sentido. Las críticas surgen cuando nos topamos con el resto de relatos, puro disparate, en los que uno no sabe a que atenerse ni el propósito que tienen. Cuando el lector es incapaz de encontrar un sentido a lo que lee, de comprender que es lo que el autor pretendía con su historia, cuando el texto es una sucesión de palabrería y despropósitos que no van a ninguna parte o al menos, somos incapaces de verlos por nosotros mismos, uno de los dos ha fracasado en su misión.

Insisto. No juzgo al autor ni me atrevo a hacerlo con su obra. Expongo las sensaciones que me ha generado su lectura. Hay cosas que me han encantado. Hay otras que no me han gustado nada. Y las más, que ni siquiera he entendido. Hay relatos con una profundidad arrebatadora, bajo esa fachada de disparate y ahí es donde el autor se luce con todo su arte y saber hacer. Hay otros que no sé ni como describirlos, ni que demonios pretendía Sergio con ellos, si es que tienen algo más que pura verborrea desquiciada, algo de lo que no dudo, pero que en mi caso, se ha quedado en eso, en puro dislate. Como digo, puede que el problema sea mio, de mi incapacidad por sacarles el jugo, de mis propias limitaciones. No lo descarto en absoluto. El resultado final, es que no puedo decidir si el libro, como tal, me ha gustado o no. Sigo todavía indeciso y eso es tan molesto como extraño. Admito, sin embargo, que enfrentarme a él ha sido toda una experiencia.

A diferencia de lo que supuso para un servidor su anterior obra publicada en nuestro país, esa maravilla hilarante y demencial que fue Avatares de un escarabajo pelotero, en la que todo lo surrealista tenía una consistencia palpable y una historia que contar (dentro del absurdo de su premisa), aquí uno debe tratar relato a relato, como pequeñas criaturas extravagantes que remolonean zumbando a nuestro alrededor, tan distintos entre si, que no se ven como algo palpable, sino como fogonazos independientes, insectos errantes que uno observa con su lupa o aplasta de un manotazo, si no le pican antes.

En definitiva, La quinta fase de la luna es una obra difícil de clasificar. Por esta vez, voy a ser un cobarde (o alguien con sentido común) y me voy a mantener al margen. Ni la voy a recomendar ni voy a echarla a los leones. Solo me atrevo a decir que si queréis probar cosas distintas, si os gustan los retos o simplemente confirmar o refutar mis impresiones, estos once relatos os esperan desafiantes, burlándose sin pudor. Si el libro ha despertado vuestra curiosidad, adelante, siempre bajo vuestra responsabilidad, por vuestra cuenta y riesgo. Y mantened la mente abierta en todo momento. Ya me diréis…

La quinta fase de la luna

Sergio Gaut vel Hartman

Editorial: La máquina que hace ping

https://lamaquinaquehaceping.com/producto/la-quinta-fase-de-la-luna-sergio-gaut-vel-hartman/

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NEFANDO, de Mónica Ojeda (Candaya, 2017)

Una reseña de FJ Arcos Serrano.

Nefando, Viaje a las entrañas de una habitación, fue un videojuego en línea poco conocido y pronto eliminado de la red a causa de su polémico contenido sensible. Las experiencias de sus jugadores son, ahora, el centro de los debates gamers en los foros más profundos de internet, pero sus usuarios no parecen ponerse de acuerdo: ¿era un juego de horror para frikis, una puesta en escena inmoral o un ejercicio poético? ¿Son tan hondas y retorcidas como parecen las entrañas de esa habitación?

Menuda sorpresa me he llevado con Nefando, de la ecuatoriana Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988). Había oído hablar de esta escritora y de su abyecta visión sobre el mundo que nos rodea, pero nada hace justicia a adentrarse en la lectura de esta novela: una experiencia que hay que vivir en primera persona.

Mónica Ojeda utiliza la creación de un videojuego como Macguffin para hacernos sentir profundamente cercanos todos los estados de ánimo de los personajes que van apareciendo por estas páginas; unas experiencias humanas que nos trasmiten la peor de las pesadillas donde no faltan retazos de gore y/o escenas truculentas que se pegan a tu retina de manera directa.

Hay un recurso que particularmente me ha encantado y que no es otro que de este videojuego (que al comienzo de la novela ya ha sido descolgado de la deep web), solo quedan las confusas y retorcidas experiencias de sus jugadores, todas ellas diseminadas en la red más insondable. No hace falta más para engancharte y llevarte por territorios desagradables e incómodos (y con elementos poco frecuentados en literatura de género, todo sea dicho) convirtiendo toda esta amalgama en una novela que no se parece a nada que haya leído antes.

Es casi un milagro que estemos hablando de una escritora de 28 años y que ya haya alcanzado tal madurez narrativa. Es cierto que podemos encontrar una influencia muy marcada del escritor chileno Roberto Bolaño, pero Ojeda ha demostrado que es capaz de ir un poco más allá para mostrarnos una radiografía morbosa de una sociedad enferma sin cura alguna.

Con lo expuesto anteriormente creo que queda claro que no es una novela apta para cualquier tipo de público por lo perturbador de su planteamiento y por el poso de naturaleza desasosegante que deja tras su lectura.

Para servidor ha resultado un recital estimulante, diferente y difícil en ocasiones, pero que a cambio me he encontrado una novela valiente y rara (en prácticamente todas sus acepciones) y que se ha convertido en una verdadera joyita a la que volver de vez en cuando para releer algunos de sus pasajes.


Título: Nefando

Autora: Mónica Ojeda

Editorial: Candaya

Páginas: 208

ISBN: 978-84-15934-23-3

Precio: 16 euros

 

 

Cortometraje: Larvas, de Félix Cárdenas.

Larvas, de Félix Cárdenas. Corto grabado en sistema analógico. Sin medios y con mucha improvisación, bajo el concepto de found footage extraño y atípico. Pura experimentación creativa, su autor juega con el simbolismo de lo grotesco y con nuestra reacción más visceral (el rechazo y la aprensión) ante el horror de una mente perturbada, a través del surrealismo y lo onírico, obligándonos a acompañar a su protagonista en su propio descenso al infierno. Inquietante, donde lo atroz, sin ser siempre explícito, está presente en todo momento. La repulsión por bandera, tanto a lo que se ve, como la que siente el protagonista por si mismo, incapaz de negar su naturaleza. Un monstruo que quiere saber, que quiere conocer, obsesionado por la belleza de la muerte y la tortura, que pretende atrapar esa chispa, ese instante que ansía justo en el momento del tránsito, aquel en que la vida abandona a la víctima. Tras ese trance, solo queda un cadáver. La putrefacción. Las larvas. Restos descomponiéndose. Hedor y podredumbre. Cajas de madera en sus nichos, aunque ni siquiera esa será su última morada. Los huesos, terminarán en un osario común y las cajas, amontonadas de cualquier manera, ofreciendo una estampa deplorable, a la vista de todos. Esa es la verdadera cara de la muerte: El abandono, el olvido, la nada.

Como digo, la fascinación por lo grotesco predomina en el corto, es su esencia. Experimental en extremo, sin más guión que el que surge, ni más diálogos que los del propio protagonista consigo mismo o con un hipotético observador futuro, son una confesión, un arrebato, una declaración de intenciones, un grito de ayuda ante la imposibilidad de dejar de ser quien se es.

No es una obra apta para todos. Es más, incluso en la mayoría de los casos resultará ya no solo mórbida y excesiva, si no que anda en la cuerda floja rayando el mal gusto. y para muchos no será más que un despropósito, una ida de olla, pero siempre digo que hay que poner la obra en contexto y entender su razón de ser, su significado final, si se entra en ella sin prejuicios y con la mente abierta.

Peca de ser harto reiterativa e insistir demasiado en algunos momentos, pues parece temer que no alcancemos a comprender lo que pretende y no es así. Se regodea innecesariamente. El concepto, la intencionalidad, quedan claras para cualquiera; el mensaje subyacente, lo que busca y ofrece, es asumido sin problema. Esa insistencia le hace flaco favor y perjudica al conjunto del corto, que en mi opinión, incluso con solo la mitad de metraje hubiera funcionado mucho mejor, al no resultar tan largo, innecesario y repetitivo.

Ayuda la inclusión de algunos cortes extraídos del film alemán Begotten, de E. Elias Merhige, que en si mismas son una verdadera obra de arte, aunque duras, crudas y salvajes, puro gore. Estas escenas, se ajustan muy bien al corto y sirven para retratar el grado de demencia en el que vive sumergido el prota. También se mezclan otras grabaciones reales, rodadas por el propio director en un vertedero y que sirven para reforzar la idea del destino que nos aguarda a todos. Imágenes que sin ser nada del otro mundo,  en comparación con la violencia explícita y lo depravado del conjunto de la obra, resultan casi más inquietantes que el resto de metraje, por su naturaleza real y lo que nos revelan.

En definitiva, una obra curiosa, sin otras pretensiones que las de experimentar, el dejarse llevar, el rotar alrededor de una idea o concepto e inquietar o más bien, incomodar, al espectador., enfrentándolo a un absurdo que sin embargo, no es tal cuando lo analizamos en profundidad y que nos enfrenta al abismo, a la oscuridad, voraz y autodestructiva, que todos en mayor o menor medida, albergamos en nuestro interior. 

Dentro de sus fallos, carencias y defectos, obvios y evidentes, se deja ver y tiene algunos elementos realmente interesantes. Su tono surrealista y la simbología con la que se pretende que entendamos cual es la meta final del asesino, su verdadero deseo, son sin duda sus mayores atributos.

No pretende ser más que lo que es, un experimento creativo oscuro y malsano, nada más, ni nada menos.

http://www.imdb.com/title/tt6083642/

 

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Avatares de un escarabajo pelotero, de Sergio Gaut vel Hartman

Buenos días, mis queridos Lectores Ausentes.

Hoy venimos con una obra difícil de clasificar, debido a su propia naturaleza experimental, onírica y absurda.  Avatares de un escarabajo pelotero, de Sergio Gaut vel Hartman.

Tienes en tus manos una de las posibles segundas partes de La metamorfosis de un tal Franz Kafka. Escrita, esta única vez, por el gran Sergio Gaut vel Hartman, destila un humor descacharrante y afilado que hace saltar por los aires todas las convenciones sobre la percepción.En un bar de Praga o tal vez Londres, el autor no lo sabe, se encuentran atrapados en cierta asfixiante realidad Gregor Samsa, Franz Kafka, Groucho y Karl Marx… aunque bien podría ser en Buenos Aires, Castellón o Setagaya, cerca de Tokio. La radical manera de escapar señala como los límites de la existencia son tantas veces impuestos por nosotros mismos. ¿La realidad es una convención social, plana y sosa? Al carajo con ella.

Estamos ante una novela corta en la que el autor toma como excusa  ese encuentro imposible entre creador y creación, entre padre irresponsable e hijo abandonado a su suerte, entre lo nuevo, lo viejo y lo desconocido, en una charla metafísica donde se abandera el absurdo para filosofar sobre lo humano y  lo divino, los límites de la realidad y los márgenes entre los que se produce el proceso creativo. Un encuentro  que tiene de improbables testigos a otros ilustres y conocidos personajes que no dudan aportan su peculiar punto de vista, enredando más si cabe la ya disparatada situación en la que nuestro protagonista se halla.

Una tragicomedia en la que el humor se mantiene siempre en alza gracias a lo extravagante, a lo absurdo de todo. Sin caer en lo grotesco y bordeando con estilo esa línea difusa que delimita con el esperpento. Esto es surrealismo en estado puro. Experimentación y estilismo. Metaliteratura.  Solo le ha faltado cruzar la cuarta pared, aunque en cierto modo y de forma indirecta, lo hace. Exploración de la naturaleza del arte, la vida y nuestra percepción de la realidad y aquello que consideramos como tal. Delirio y talento. Una broma que no es tal, aunque lo parezca.

Por mucho que insista, no lograré siquiera a acercarme a lo que uno encuentra  entre sus páginas. Es el propio lector quien tiene que vivir la experiencia y comprobar por sí mismo si comulga o no, si acepta el juego. Una apuesta arriesgada por parte del autor, ya que advierto de antemano que no todo el mundo sabrá encontrarle el punto.

Solo se me ocurre definir esta pequeña obra como una marcianada de tres pares y cargada de intencionalidad, que deja un muy buen sabor de boca, pese a la sensación de coitus interruptus final, de lo breve que resulta y el cierre tan «anda y vete a cagar´´ que supone el desenlace…

 

Avatares de un escarabajo pelotero

Sergio Gaut vel Hartman

Editorial: La máquina que hace Ping!

Páginas: 128 pág.

ISBN: 978-84-946656-1-5

http://lamaquinaquehaceping.com/producto/3546/