Por Soraya Murillo.
El fundamento de este libro se basa en las mujeres que por entonces eran propiedad de sus esposos. Estas mujeres, una vez casadas, pasaban a ser meros adornos. Llevaban una vida restringida, ni siquiera se les permitía salir de casa sin permiso. Tampoco podían visitar a su propia familia sin el consentimiento del marido. Vivían en una jaula de oro, prisioneras mimadas que podían hacer poco más que pensar y participar en actividades refinadas, como la escritura y el arte. Al ser sus palabras su única libertad, lo convirtieron en un arte maravilloso. A ellas, las mujeres de la aristocracia de la época Heian, se les atribuye la invención del silabario hiragana para el propósito de la grabación de su poesía.

Esta
recopilación de un fragmento y diez relatos cortos japoneses del
periodo Heian, es
posiblemente de los más antiguos de la historia del mundo. Se cree
pudo ser escrito por estas esposas y concubinas oprimidas. Ellas son
anónimas a excepción de una:
Koshikibu, que escribió la historia
«Ōsaka Koenu Gonchūnagon»
en 1055. Con poco más que hacer que observar y crear, estas mujeres
capturaron el espíritu y el sabor de la aristocracia. Ellas dan vida
a los detalles que mejor conocen, los gestos, sus costumbres, la
conducta exquisita o el encuentro con sus amantes.
Relatos
muy breves, algunos de no más de cuatro páginas, escritos de forma
muy sencilla. Las palabras están estrechamente ligadas al ritmo de
cada historia, para que ambas se desenrollen perfectamente dentro de
ese mundo tan delicado. Destacará el humor y la ironía, pero con el
refinamiento japonés de esa época. Aparte de cuentos podremos
encontrar alguna fábula con su respectiva moraleja, siempre
acompañados por cortos poemas escritos. Pero en sí nos hablarán de
sus costumbres o cómo se comportaban en esa sociedad tan exclusiva.
“El
teniente que arrancó la flor del cerezo”,
es para mí
el cuento más humorístico de todos, con cuyo final me he reído
mucho. “La dama que amaba los
insectos”, que da título a
este volumen, trata de lo que sufre una persona que es distinta a los
demás, un bicho raro. En este caso la protagonista colecciona
insectos contra los gustos estéticos de la época. En cierta forma,
es una declaración de rebeldía. A pesar de que lo narra con
palabras suaves, elegantes, sentiréis la protesta y el anhelo de
libertad. En «Negro de humo»
regresaremos al tema de la falta de derechos de la mujer durante el
período Heian, de tal manera que por mucho que sus maridos o padres
o familiares las quisieran, se veían sometidas
a sus caprichos, dependían de la buena voluntad de los hombres que
las dominaban socialmente.
Estos son solo tres de los diez relatos, pero todos ellos son auténticas joyas, tanto por su belleza como por su antigüedad. Al igual que el jade tallado y los paneles pintados que nos dejaron los antiguos japoneses, estas historias llenas de elegancia sofisticada os van a maravillar.