Buenas tardes, mis queridos Lectores Ausentes.
Volvemos a la carga y puesto que hoy toca hablar de libros, nos hemos decantado con otro gran clásico de la literatura de ciencia ficción que estos días ha vuelto a ocupar el lugar que le corresponde en las librerías. La Tierra permanece, de George R. Stewart, es un título que los lectores más curtidos tenemos en un pedestal, pero que quizás a alguno de vosotros le resulte desconocido, ya que pese a ser uno de los imprescindibles dentro del género, por alguna extraña razón nunca ha obtenido el mismo reconocimiento popular que sus homólogos «Un Mundo Feliz» o «1984«. Por fortuna para todos, la editorial Gigamesh acaba de reeditar esta maravilla en su colección Ficción, permitiéndonos recuperar de este modo una joya que todos deberíais leer.
Si hay algo que cabe destacar de La Tierra Permanece, es sin duda su singular perspectiva de lo que sería un futuro post-apocalíptico y lo que significaría ello para la raza humana. Entre tantas y tantas obras escritas sobre el tema, esta fue la primera en ofrecernos una imagen distinta a la que tenemos por costumbre.
Por lo general, todos los relatos sobre la caída de la civilización siguen una constante: El superviviente no olvida quien es y lucha por recuperar ese status de hombre civilizado a pesar de las circunstancias. Tras el primer shock inicial frente al desastre, la premisa es que el protagonista utiliza todo aquello que puede serle útil para sobrevivir y tiempo después, cuando logra una relativa seguridad y asume la realidad de su situación, su principal objetivo es restaurar en la medida de lo posible el modo de vida anterior al desastre, aunque sea a largo plazo. Emplea los conocimientos que la raza humana ha adquirido a lo largo de su historia en todos los ámbitos posibles y se vale de ellos para empezar desde lo mínimo para ir cada vez a mejor. La ciencia, la mecánica, la agricultura, por citar solo algunas de las áreas en las que el saber, lo aprendido a lo largo de los siglos, es la esperanza para el resurgir de la raza y de la sociedad.Y he aquí donde radica la diferencia a la que me refería.
El personaje principal, Isherwood Williams, está en las montañas del norte de California, cuando sufre un inesperado accidente que lo mantendrá totalmente incomunicado. Mientras permanece aislado, una mortal epidemia ha sido capaz de erradicar la práctica totalidad de la humanidad. Una plaga a la que tan solo sobrevivieron aquellos naturalmente inmunes o que como en su caso, se hallaban sin contacto con el resto del mundo por ciertas circunstancias inusuales.
Cuando Ish logra recuperarse y volver a la civilización, se encuentra con que la sociedad ha dejado de existir y que tan solo unos pocos individuos como él han logrado seguir vivos. Sin nada mejor que hacer y reticente a asentarse y unirse a los pocos supervivientes con los que se topa al principio, decidirá recorrer el país intentando comprender lo ocurrido, lo que le llevara a toparse con retos y situaciones que el hombre ordinario no habría imaginado jamás, y que le harán plantearse cuál es el futuro que les aguarda.
A lo largo de las tres partes del libro, que coinciden con las tres edades del hombre (juventud, madurez y ancianidad), veremos cómo Ish es testigo, guía y leyenda viva en ese nuevo mundo que se forja a partir de la destrucción de la civilización.
En su vagabundeo, va encontrando con toda una serie de personajes con los que finalmente decidirá formar piña e incluso formar una familia, bastante atípica, pero funcional. Y es a partir de este hecho cuando la novela empieza a dar lo mejor de sí misma.
Ish logra su propósito de formar un asentamiento y todo parece ir bien al principio. Pero para su pesar, a medida que pasa el tiempo todos los esfuerzos por preservar lo que el llama «el ser civilizado«, va resultando cada vez más una utopía y parecen inútiles. No logra que el resto del grupo, de su clan, se preocupe en intentar recuperar el legado de la sociedad, ni por levantarla ni por recuperar lo poco que ha quedado de ella. Nadie se preocupa por intentar recuperar infraestructuras, ni de mantener las aun existentes. Los pocos supervivientes parecen haber aceptado su condición de simples seres vivos y no tienen más ambición que el ir tirando, sobrevivir un día más con lo que ya tienen y adaptándose a las circunstancias tal como van surgiendo.
Nada importa que el conocimiento se pierda, que los libros se quemen o acaben destruidos por las inclemencias. No importa si las matemáticas, la literatura, las ciencias ni el arte acaban en el pozo del olvido. Solo existe el «aquí» y el «ahora» y la única ambición es cubrir las necesidades básicas. Una especie de retroceso, que supone dejar atrás el concepto de sociedad y asimilar poco a poco el de tribu.
Pasan los años y es evidente una cosa: El ser humano está destinado a involucionar, olvidando la electricidad, la gasolina y la televisión y recuperando el arco y las flechas, lo que a la larga significara que hombres vestidos con pieles volverán a cazar en las grandes praderas, del mismo modo que antaño lo hacían sus antepasados. «Nativos americanos´´, curiosa expresión… Y una herramienta, un simple martillo, convertido en un símbolo, en un talismán, en un objeto de poder.
Es ahora cuando debemos responder a la gran pregunta que se nos plantea a lo largo del texto y que nos hace reflexionar y cuestionarnos que significa realmente y cuál es el propósito de lo que llamamos sociedad, ya que viendo las circunstancias a las que se enfrentan los personajes:¿Es preferible abandonarse al destino, a la mera supervivencia, a conformarse con lograr cazar algo que llevarse a la boca y tener un lugar seco donde dormir, o debería imperar la lucha por organizarse y levantar nuevamente una civilización sobre las ruinas y conocimientos de la antigua?
La Tierra Permanece es, sin lugar a dudas, una de las obras más sugerentes y originales del género, de las pocas que son capaces de dejar una huella tan profunda en el lector, de obligarle a pensar y posicionarse. Se trata de una narración apta para cualquier tipo de lector, incluso para aquellos que no son aficionados a este tipo de temáticas y me atrevería a decir que especialmente indicada para ellos. Intensa, absorbente, filosófica en muchos aspectos, solo puedo decir que no habéis leído algo tan bueno en mucho, mucho tiempo…
Gracias a Gigamesh por haber rescatado este título, por haberle hecho ese lavado de cara tan necesario y por permitirnos a todos volver a disfrutar de él.
La Tierra Permanece
George R. Stewart
Traducción: Lluís Delgado
Editorial: Gigamesh
ISBN: 9788416035434
Páginas: 344 páginas
PVP: 22.80€
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