Y pienso que al llegar el final, el momento del tránsito debería ser así: caminar unos pocos pasos en la niebla por un sendero desconocido y simplemente desaparecer…
*Todas las fotografías y textos de esta sección son propiedad del autor del blog, Athman M. Charles.
Nueva York, en 1969 es la era tumultuosa de los hippies, el amor libre y las drogas. En el cine se estrena la película Cowboy de medianoche. La gente protesta frente al Stonewall Inn. El hombre pisa la luna.
Los cuatro hermanos Gold, de entre trece y siete años, deciden visitar a la mujer de la calle Hester, una adivina que puede predecir la fecha de la muerte. Ellos no comprenden las posibles consecuencias que este conocimiento puede tener en sus vidas. Son demasiado jóvenes por lo que no han considerado la muerte como una posibilidad. Las respuestas que obtengan pesarán sobre ellos. Nosotros, como lectores, llevaremos esa carga en sus historias separadas.
Simón se encuentra en San Francisco a finales de los años 70. Su hermana Klara es más soñadora, un espíritu libre que cree en la magia, también en el destino. Daniel es un médico militar que soporta la presión de decidir quién va a la guerra. Varya es la hermana mayor. Cuidará de su madre viuda, aunque luego, buscando su libertad, se enfrentará a una vida que la consume.
Una novela profunda, escrita en tercera persona, con un fondo místico y una fuerte carga emocional. Estructurada en cuatro partes iremos conociendo la vida de los hermanos después de que ellos sepan la fecha de su muerte.
Una saga familiar judía. El judaísmo y el sida serán una parte importante de la historia. Ya no es tanto la pregunta de si deseas saber el día de tu muerte, sino más bien si eso condicionará el resto de tu vida. ¿Influye en nuestro destino la decisión que tomamos?
Cuando la primera muerte llegue a la familia a la edad exacta que la vidente predijo, todo cambiará. Quedará la cuestión en el aire de si esa mujer acertó o el miedo al saber la fecha hizo que se viviera la vida demasiado deprisa, precipitando así su muerte.
La angustia será tal que uno de los hermanos buscará a la adivina para pedirle una explicación del porqué está destrozando su familia. Puede creer o no, ser más o menos supersticioso, pero cuando ve a la muerte llevarse a sus seres queridos, el miedo revive.
Un libro que nos habla de los lazos familiares, de desear volver atrás, abrazar o decirle aquello que nunca dijimos a las personas que amamos. Las oportunidades perdidas que no regresarán. La autora nos narra una tremenda tragedia, pero también nos advierte que estamos a tiempo; todavía hay gente a nuestro alrededor, en nuestra vida que nos importan esperando escuchar que los queremos.
Todos sabemos que vamos a morir, pero no lo pensamos ¿Para qué hacerlo?
La adivina les dijo qué si sabían cuándo iban a morir, podrían vivir. Pero si se pudiera saber cuándo moriremos, ¿malgastaríamos los días pensando que son ilimitados?
Hay antiguo cuento de origen persa, dentro de Las Mil y Una noches, que viene a decir “haz lo que quieras por huir, pues por mucho que sepas qué día o qué hora vas a morir no sabes cómo vas a llegar a la muerte y todo lo que hagas te llevará allí, porque esa es tu hora.»
Os recomiendo el libro. Me ha gustado la vida de esa familia, así como el fuerte, mensaje que lleva dentro. Leyendo las decisiones que tomaron cada personaje entenderéis muchas cosas.
No penséis en la muerte. Vivid como si no supierais que está ahí esperando, es la conclusión a la que yo he llegado. En realidad, el título de la novela es muy acertado, seremos inmortales mientras alguien nos siga recordando.
Larvas, de Félix Cárdenas. Corto grabado en sistema analógico. Sin medios y con mucha improvisación, bajo el concepto de found footage extraño y atípico. Pura experimentación creativa, su autor juega con el simbolismo de lo grotesco y con nuestra reacción más visceral (el rechazo y la aprensión) ante el horror de una mente perturbada, a través del surrealismo y lo onírico, obligándonos a acompañar a su protagonista en su propio descenso al infierno. Inquietante, donde lo atroz, sin ser siempre explícito, está presente en todo momento. La repulsión por bandera, tanto a lo que se ve, como la que siente el protagonista por si mismo, incapaz de negar su naturaleza. Un monstruo que quiere saber, que quiere conocer, obsesionado por la belleza de la muerte y la tortura, que pretende atrapar esa chispa, ese instante que ansía justo en el momento del tránsito, aquel en que la vida abandona a la víctima. Tras ese trance, solo queda un cadáver. La putrefacción. Las larvas. Restos descomponiéndose. Hedor y podredumbre. Cajas de madera en sus nichos, aunque ni siquiera esa será su última morada. Los huesos, terminarán en un osario común y las cajas, amontonadas de cualquier manera, ofreciendo una estampa deplorable, a la vista de todos. Esa es la verdadera cara de la muerte: El abandono, el olvido, la nada.
Como digo, la fascinación por lo grotesco predomina en el corto, es su esencia. Experimental en extremo, sin más guión que el que surge, ni más diálogos que los del propio protagonista consigo mismo o con un hipotético observador futuro, son una confesión, un arrebato, una declaración de intenciones, un grito de ayuda ante la imposibilidad de dejar de ser quien se es.
No es una obra apta para todos. Es más, incluso en la mayoría de los casos resultará ya no solo mórbida y excesiva, si no que anda en la cuerda floja rayando el mal gusto. y para muchos no será más que un despropósito, una ida de olla, pero siempre digo que hay que poner la obra en contexto y entender su razón de ser, su significado final, si se entra en ella sin prejuicios y con la mente abierta.
Peca de ser harto reiterativa e insistir demasiado en algunos momentos, pues parece temer que no alcancemos a comprender lo que pretende y no es así. Se regodea innecesariamente. El concepto, la intencionalidad, quedan claras para cualquiera; el mensaje subyacente, lo que busca y ofrece, es asumido sin problema. Esa insistencia le hace flaco favor y perjudica al conjunto del corto, que en mi opinión, incluso con solo la mitad de metraje hubiera funcionado mucho mejor, al no resultar tan largo, innecesario y repetitivo.
Ayuda la inclusión de algunos cortes extraídos del film alemán Begotten, de E. Elias Merhige, que en si mismas son una verdadera obra de arte, aunque duras, crudas y salvajes, puro gore. Estas escenas, se ajustan muy bien al corto y sirven para retratar el grado de demencia en el que vive sumergido el prota. También se mezclan otras grabaciones reales, rodadas por el propio director en un vertedero y que sirven para reforzar la idea del destino que nos aguarda a todos. Imágenes que sin ser nada del otro mundo, en comparación con la violencia explícita y lo depravado del conjunto de la obra, resultan casi más inquietantes que el resto de metraje, por su naturaleza real y lo que nos revelan.
En definitiva, una obra curiosa, sin otras pretensiones que las de experimentar, el dejarse llevar, el rotar alrededor de una idea o concepto e inquietar o más bien, incomodar, al espectador., enfrentándolo a un absurdo que sin embargo, no es tal cuando lo analizamos en profundidad y que nos enfrenta al abismo, a la oscuridad, voraz y autodestructiva, que todos en mayor o menor medida, albergamos en nuestro interior.
Dentro de sus fallos, carencias y defectos, obvios y evidentes, se deja ver y tiene algunos elementos realmente interesantes. Su tono surrealista y la simbología con la que se pretende que entendamos cual es la meta final del asesino, su verdadero deseo, son sin duda sus mayores atributos.
No pretende ser más que lo que es, un experimento creativo oscuro y malsano, nada más, ni nada menos.
Si nos fijamos solamente en su argumento, COCO, la última película de la Pixar, presentada con el amparo de Disney, es una película de miedo. Mejor dicho, de TERROR.
El argumento no puede ser más sencillo: un niño, nacido en una familia en la que la música está prohibida, sueña con ser el Mariachi más importante de todos los tiempos. Para conseguirlo, no duda en robar una guitarra en un mausoleo, la noche previa al día de los muertos, que le permita presentarse al concurso de talentos. Pero al empuñar el instrumento, es trasladado al Mundo de los Muertos. Y tiene solamente una noche para lograr regresar al suyo, con la bendición de sus familiares difuntos, si no quiere morir y permanecer para siempre encerrado en el Más Allá. ¿A que da mucho miedo?
Para nuestro talante occidental, en una sociedad en la que la muerte ser convierte cada día más en una enemiga, en algo molesto, y que da mucho miedo, es una perspectiva aterradora. Pero es que esta película precisamente no está pensada para los WASP, es decir, los blancos protestantes angloamericanos.
No. Está pensada para otro tipo de sociedad, en la que la muerte se convierte en parte de la vida, y en donde se celebra con toda normalidad el Día de los Muertos cada primero de Noviembre. Es decir, cualquier persona latinoamericana, pero sobre todo mexicana. Una cultura en la cual se venera a los antepasados, construyéndoles incluso pequeños altares, y que acude a los cementerios para depositar ofrendas e incluso celebrar pequeñas fiestas (tradición por otra parte que también se daba entre los antiguos egipcios, pero esa sería una historia totalmente distinta).
¿Y qué es lo peor que le puede ocurrir a un difunto, por lo menos en esta película? Que nadie se acuerde de él, condenándole a la segunda muerte, la definitiva. Los olvidados se reúnen en pequeños grupos, en los márgenes de esta sociedad altamente jerarquizada, y precisamente entre ellos encuentra desde el primer momento ayuda el pequeño protagonista de la historia.
COCO es, desde otro punto de vista, la mejor manera de explicarles a los niños que la muerte no es, ni mucho menos, el final, y que tampoco hay que tenerle miedo a los fantasmas. No en vano, durante las dos terceras partes de la película, los auténticos protagonistas son los difuntos. Están representados como esqueletos de calaveras y huesos decorados, vestidos casi todos ellos con lindos ropajes, y con un tremendo amor por sus parientes vivos. Por eso van a visitarlos en la noche de ánimas (el dichoso Halloween de los yanquis), para celebrar la vida.
Y otro gran protagonista es, por supuesto, la música, en concreto la de los Mariachis. Durante casi noventa minutos de pura orgía (¿se puede hablar de orgías aquí?) visual y musical, te dejas llevar por melodías desconocidas, que hacen vibrar por igual a niños y mayores. Uno de los últimos números, con la tatarabuela del protagonista cantando a Chavela Vargas, es sencillamente espectacular, emocionante en grado sumo. Vamos, que hasta me hizo llorar al acordarme de mis fieles difuntos, mi padre y mi abuelo.
También hay personajes secundarios divertidos y entrañables, una historia de amor rota por el paso del tiempo, maldiciones imperdonables, incluso un malo malísimo asesino… En definitiva, COCO es una película para todos los públicos… que nos ayuda a perderle el miedo a la muerte…