Por Santiago Sánchez Pérez.
Como aficionado al cine bélico, esperaba con muchas ganas la película que se estaba rodando sobre el asedio de «Los últimos de filipinas«, aunque ya existía una película del año 1945 dirigida por Antonio Roman e incluso un episodio de la serie «El ministerio del tiempo» ambientado en dicho asedio (y que todo sea dicho, me parece muy superior a la película dirigida por Salvador Calvo). Pero lo que importa es que me llamaba mucho una producción moderna con medios actuales y actores de la talla de Luis Tosar, Javier Gutierrez o Karra Elejalde.
En su momento no pude verla. Quizás llegó a pocos cines o puede que no se la promocionase mucho, pero el caso es que para cuando me enteré de que ya había sido estrenada y la busqué en las salas, no la encontré en ninguna de las que suelo frecuentar. Así que he tenido que esperar un poco, para poder verla en DVD.
Una vez vista, debo decir que me ha dejado sensaciones encontradas. Por un lado, no tengo nada que objetar a nivel técnico. La fotografía es magnífica, el trabajo de interpretación de los actores es más que digno, las escenas de acción me parecen bien rodadas y sus FX nada cutres. ¿El problema del film? Pues en general dos. El primero, es un rigor histórico que aparece y desaparece. Ya no se trata de personajes inventados (como el sargento interpretado por Javier Gutierrez) o la falta de algunos (como los dos misioneros franciscanos que se les unieron tras ser liberados por los rebeldes tágalos para hacerles llegar un mensaje). Ya en los primeros compases del film, el espectador puede ver como toda la guarnición española de Baler es eliminada en cuestión de segundos en un ataque nocturno. La realidad fue que dado el aparente clima de tranquilidad, el gobierno optó por relevar a la guarnición de 400 hombres por una más reducida de apenas 50. Otro error importante, sería el que los sitiados disponen de visión directa de la bahía (en la película más bien una playa) algo que desde luego no era así y cobra su importancia en el intento de rescate (también obviado en la película) por parte del buque estadounidense USS Yorktown, en el que los sitiados podían escuchar el sonido de los cañones y los combates, pero no tenían modo de saber que era lo que estaba sucediendo.
Puedo entender que se añadan personajes o se omitan situaciones en aras de alargar la duración de un film o de mejorar su ritmo, pero lo que más me decepcionó, es el tratamiento que se da a la memoria de los sitiados. Un sargento sicópata al que vemos como a un patriota fanático y sediento de sangre durante los primeros compases del film, que al final reniega con desprecio de su país. Un sacerdote adicto al opio que induce al consumo de drogas a un joven soldado… toda la película parece rezumar desprecio por el clero y los militares. Está claro que tampoco me esperaba una película en la línea de las americanas con héroes de sonrisa perfecta y banderitas por todas partes, pero si una película en la que se viese reflejado el compañerismo necesario para sobrellevar una situación así en lugar del encabezonamiento de un solo hombre al que un sicópata se encarga de envenenarle el oído de forma sistemática.
En resumen: me ha parecido una película bien rodada e interpretada, que no me aburrió y cuyo visionado en general recomiendo. Pero si alguien de mi nivel (que no soy ningún historiador precisamente) es capaz de encontrar errores en el rigor histórico, no quiero ni pensar que no encontrará alguien mejor informado y que en general enturbia sin necesidad (más allá de la comercial y de las ideas políticas) la memoria de unos hombres que ya no están aquí para defenderse.