Por Jorge Herrero.
Mejor comienzo no ha podido tener la trilogía de La tormenta y el amanecer, la nueva obra de Andrés Díaz Sánchez. El niño rey es una gran novela de principio a fin. Tiene todos los ingredientes de las mejores historias de la fantasía, en este caso de su vertiente medieval. Todos los personajes tienen su razón de ser y están muy bien desarrollados desde el protagonista, el joven Argaut, hasta los secundarios. No hay ninguno que sobre, todos ocupan el lugar que les corresponde. Algunos aunque aparecen relativamente poco, estoy seguro que tendrán bastante importancia en las siguientes novelas de la trilogía. La trama es muy adictiva. Altas dosis de intriga y de conspiraciones en la sombra, venganzas, enfrentamientos, designios que cumplir y deudas que saldar.
Uno de los puntos fuertes que tiene la novela es sin duda todo lo relacionado con las tramas conspiratorias, las intrigas palaciegas y las luchas en las sombras por el poder, cobrando altas dosis de la historia principal. El autor va colocando a los distintos personajes que acompañarán al protagonista, Argaut en sus posiciones como si fuera una partida de ajedrez, preparándolo todo para cuando la trama requiera de todos y cada uno de estos personajes. Como si fuera una tela de araña, la historia se va dividiendo en varias subtramas donde el lector asistirá a los distintos acontecimientos que se irán sucediendo hasta unirse en un final que sin duda satisfará a todo aquel que se adentre en el fantástico mundo que ha creado Andrés Díaz Sánchez.
Otro de los puntos a destacar es el desarrollo del personaje principal, Argaut, al que conoceremos siendo un niño y que irá madurando a la vez que se irá convirtiendo en todo un hombre con la enorme responsabilidad de gobernar un reino donde hasta el momento los nobles tenían carta blanca para hacer lo que quisieran si que nada ni nadie se lo impidiera y que verán peligrar su status inamovible hasta entonces. El lector se encontrará con un personaje lleno de matices y que tendrá que dejar de lado su inocencia y tendrá que madurar a pasos agigantados y prepararse para poder convertirse en el rey de Brajairi.
Las batallas están muy bien narradas. El autor demuestra que no hacen falta tropecientas páginas para crear unas batallas espectaculares, las sabe condensar en pocas páginas, siendo todas ellas espectaculares, el lector asistirá a ellas en primera fila. La ambientación es simplemente genial. El autor ha sabido crear un mundo atractivo, duro y muy bien logrado. Puede recordar a otros lugares de otras historias, es cierto, pero sin ser una copia, ya que Andrés le ha sabido dotar de una entidad propia y donde se ve y se nota el esfuerzo del autor. La novela tiene muchos momentos de esos que al lector le hará amar y adorar a la fantasía. Y después de un final muy bueno, el lector solo querrá seguir leyendo las otras dos partes de la trilogía, que son El rey justiciero y El viejo rey.
El niño rey es una muestra más, y van ya unas cuantas de por qué Andrés Díaz Sánchez es uno de los mejores autores dentro de la fantasía nacional. Absolutamente recomendable para todos los amantes de este género.
Sinopsis:
La soberana del reino de Brajairi ha muerto y la corona del país queda en manos de su hijo Argaut, un niño criado en el seno protector del palacio. Los diferentes y violentos clanes de la nobleza querrán dominar y controlar al pequeño rey para así dominar y controlar todo el convulso país de Brajairi, y estallará una gran guerra para hacerse con la regencia.
El niño rey deberá viajar al norte lejano, donde ni los sicarios ni los hechiceros puedan asesinarlo, pero allí habrá de enfrentarse a sus peores miedos y encontrar el coraje que le permita tomar las riendas del reino y de su propia vida
El niño rey es la primera parte de la trilogía La tormenta y el amanecer, una historia de Fantasía Medieval protagonizada por muchos y diferentes personajes de ambos sexos: reyes, reinas, príncipes y princesas, brujos, sacerdotes, guerreros, caballeros…
Intrigas políticas y cortesanas, pactos, honor y traiciones, amor, hechicería, demonios, dioses oscuros y el clamor de los aceros en la batalla.