Por Armando Galiá `Armi´, viejo amigo de esta casa y fiel seguidor, que se estrena de esta forma como reseñador en el Athnecdotario.
Saludos, a todos los que tengáis a bien interesaros por esta reseña:
Por mi parte esto arranca porque en algún momento leí alguna buena crítica o comentario sobre estos dos libros, lo que me hizo quedarme ya un algo con los títulos y el autor. Al poco tiempo las vi ofertadas por catálogo (¡qué casualidad!) y encima con algo de rebaja por pillarlas las dos juntas. Y así me las compré y me las he leído.
El caso es que un servidor acostumbra a leer lo que se postea en este sitio, y también me puede a veces el vicio de soltarme echándole comentarios espontáneos. En uno de estos, semanas atrás, me extralimité sin venir ni a cuento mencionando que tenía estos dos títulos pendientes de empezar a leer. Estaba seguro, y por eso lo dejé caer, de que la reseña que me había animado a adquirirlos la había leído aquí en el Athnecdotario… Y resulta que no, que debió de ser en algún periódico u otro lugar. ¡Vaya!…
Pero a raíz de esto, y siendo ya un “conocido de la casa” al fin y al cabo, fui amablemente invitado a debutar aquí marcándome yo mismo ese “Post” que, en realidad, no existía en este sitio.
Admito que, aún agradeciendo la invitación, la sugerencia me pilló un poco de través, que yo no me considero más que un lectorcillo de poco alcance, sin mayor costumbre ni método como para currarme “comentarios de texto” así en plan medianamente extenso. Que no se si para reseñar así en largo voy a saber echarle tampoco mucha mayor profundización de la que me saldría en las cuatro o cinco frases de un comentario espontáneo cualquiera. Pero vale, mira, por mí que no quede:
Después de leídas puedo al menos empezar a decir que me parecen, las dos novelas, como para zampárselas de tirón, si es que las podéis pillar en un fin de semana o así, sin nada que os interrumpa la lectura hasta el final. Sea como sea, aquí voy y las comento un poquito las dos, a como me salga y (me perdonéis) manque sea un poco a lo bruto:
LA ÚLTIMA NOCHE EN TREMORE BEACH.
Primera y exitosa novela de Mikel Santiago (2014). Una absorbente intriga con ciertas fugas a lo paranormal.
Todo parecía ir volviendo a la normalidad en la vida de Peter Harper, un músico en busca de tranquilidad e inspiración en la apacible costa de Irlanda. Pero una noche de tormenta lo cambió todo…
Del autor, Mikel Santiago, sabemos que es músico, y más cosas y todo, además de escritor. Así que cuesta poco inclinarse a creer que cae en la tentación de “verse” o “retratarse” a sí mismo en ese protagonista en primera persona de esta primera novela (aunque seguro que mucho menos de lo que nos pueda dar por sospechar a priori, que también somos muy malpensados):
Tenemos aquí a un músico de éxito, divorciado de un matrimonio con dos hijos y en plena crisis creativa. Temporalmente retirado en una casa solitaria junto a la playa, en algún lugar de las costas de Irlanda, donde intenta volver a encontrar inspiración y pretende estar reinventándose y componiendo algo nuevo, mientras se desentiende como puede de los agobios mundo exterior. En realidad como que intenta huir de sus heridas emocionales, o esconderse de ellas, o curarlas aunque no sepa cómo.
Ese sería el resumen de las circunstancias del protagonista al principio de la novela. Yendo un poco más al ajo: Parece ser que el tipo tiene incluso algunos antecedentes familiares, algo difusos, como de precognición y “sexto sentido”. Él mismo llega a experimentar algo de eso. De momento sólo de forma que podría pasar por anecdótica, si bien un poco inquietante. Lo que pasa es que la cosa parece verse potenciada de repente como secuela de un inusual y traumático accidente: El protagonista sufre (saliendo medianamente ileso, a Dios gracias) el impacto de un rayo, en plena carretera y en una noche de tormenta. A partir de ahí, sus visiones premonitorias (si es que son realmente eso) adquieren en ocasiones la forma de sueños vívidos, y tremendos, y extremadamente explícitos, que se confunden con la realidad hasta el punto de no quedar claro dónde situar los límites entre puro sueño, circunstancias reales y mero sonambulismo.
Aquí no tengo más remedio que decir que sufro de una cierta fascinación friki y fantasiosa por todo eso de lo onírico. Así que en lo que respecta al tema de los sueños, o alucinaciones y similares, me cuesta poco que me resulten sugestivas las historias que mezclan y hacen interactuar ambos mundos. Desde luego es mi punto preferido de la novela. Bien es verdad que ese punto es, al fin y al cabo, lo único declaradamente “fantástico” y rayano en lo “sobrenatural” de toda la historia. Y, como a mí me atrae especialmente “lo fantástico”, seguro que por eso aprecio más ese relativamente poco, aunque fundamental, que tiene de eso la novela. Lo cual no significa que nada de todo el conjunto me desmerezca en lo demás. La novela engancha y se lee con interés en todo lo que engloba, en todo su suspense y desarrollo. Al margen de la intriga y lo oscuro también van encajando de lo más bien los diferentes momentos con los que se va construyendo e hilvanando todo. Ya sea la ternurilla de alguna situación íntima y familiar, jugando y cantando con los niños, o todos los otros puntos de su irse relacionando con los demás personajes y entorno… y el ir surgiendo cosas, en general…
Siguiendo un poquito más con la historia: El tal Peter Harper, el protagonista, se ve obligado a lidiar con esa incipiente crisis alucinatoria que parece anticipar un gran mal. Algo siniestro y malévolo que acecha y se les viene encima a todos los personajes principales, en forma de sucesos angustiosos y de fantasmagóricos asesinos nocturnos. Justo cuando ha hecho buena amistad con sus vecinos de la otra casa aislada de la playa, que empieza a tener buena relación con cierta chica del pueblo cercano, que se va abriendo un poco también para con el resto de vecindario… Y que recibe a sus dos queridos críos (hermana mayor y hermano menor) de visita de vacaciones de verano, lo que le resulta de lo más vivificador y refrescante… Salvo porque, fatalmente, les implica también en esa crisis y en ese peligro (supuesto, imaginario o cierto) que está al caer, según sus visiones. Ya de entrada es terrible para nuestro hombre que, de momento y sin que se pueda confirmar ni desmentir nada sobre la validez premonitoria de sus alucinaciones, éstas, por sí solas, ya le hagan meterse en situaciones comprometidas para con sus amigos y vecinos, y hasta metiéndoles miedo a sus propios hijos. Sin pretenderlo para nada, pero atrapado y dominado por esa anomalía puntual que le hace vivir visiones como si fueran absolutamente reales e incluso moverse y actuar físicamente respondiendo a la “realidad virtual” que le imponen esas vivencias tan lúcidas.
Y supongo que hasta ahí puedo resumir lo que más se me queda de todo lo que es el planteamiento y meollo. Insistir, quizá, en que para mí lo más disfrutable es todo lo referente a la mezcla de alucinación y realidad, en los momentos en que se da… que también son los que son y no más.
Como ya he dado a entender al principio, yo tampoco soy de saber meterme a echarle analíticas de si la ambientación, o los personajes, o cualesquiera otros elementos resultan más o menos “sólidos”, o “bien construidos”, o a valorar el estilo del autor, o a tener varemos o criterios con que puntuar su calidad. La cosa, para mí, se reduce al hecho de que una narrativa que me resulta fluida y certera me lleva a visualizar sin esfuerzo los escenarios, la acción y las circunstancias de todo lo que va contando, y que lo que cuenta se hace interesante. Que aunque no me sepa meter más a fondo en otras consideraciones, digo yo que para disfrutar de una lectura lo fundamental es lo dicho ¿no? Pues eso.
Si acaso, el problemilla que he tenido (¡culpa mía!) ha sido quizá el de esperar aún mayores sorpresas o giros extraños a partir de cierto punto. Y no. El tramo final es de pura resolución, bastante tensa y con su dosis de violencia y no pocos apuros, pero no de últimas revelaciones sorprendentes. Las aclaraciones finales sobre los puntos oscuros acerca de algunos de los personajes son simplemente necesarias para dejarlo todo bien sentado, pero no resultan excepcionales a tenor de lo que ya se venía anticipando y dado a intuir. Vamos, que no se reserva más vueltas, ni “trampas” argumentales con que abofetear y pasmar un poco más al lector para todo lo que ya es el clímax de la historia. Todo lo que es desconcierto, intriga y expectación sobre “en qué desembocará todo esto” se da, básicamente, en la primera mitad de la novela. Luego ya no hay muchos más líos ni retorcimientos en el terreno del “esto resulta ser real y esto otro alucinación”. Vale. Está bien. Que la novela no es tan larga como las de Dan Brown y similares como para atiborrarla más de tirabuzones y requiebros hasta el final, pero conste que aún así tiene chicha buena y suficiente… Ya digo que sólo culpa mía el quedarme con hambre de más mezcla y confusión entre sueños y realidad. Que soy de natural demasiado goloso para lo puramente fantástico y algo menos para lo que “sólo” sea intriga y suspense en sí…
Confío en no haber destripado demasiado el argumento, que sólo he mencionado lo más básico en dos o tres parrafitos de nada. Para conocer a todos los personajes, detalles, momentos, docenas de pormenores que ni he mencionado, desarrollo de la historia, y la historia en sí y su desenlace, no cabe sino leer la novela. Que no es de ahora mismo, que es del 2014. Y que diga lo que diga yo a día de hoy, parece ser que ya viene bien avalada por bastante éxito anterior de crítica y público. Que se lee de lo más bien y que yo no puedo sino sumarme a recomendarla. También.
EL MAL CAMINO.
Segunda novela de Mikel Santiago (2015) en la que nos vuelve a construir una intriga, de nuevo circunscrita a un entorno casi recién estrenado por un protagonista en “off” y, en este caso, sus dos familiares más directas, y en donde aquél se acaba viendo obligado a penetrar en cosas tremebundas, más o menos por fatal casualidad y de manera casi indirecta al principio.
Bert Amandale se había trasladado a vivir a Saint-Rémy arrastrado por su mujer y por la necesidad de cambiar sus vidas.
Aunque para un novelista de éxito como él, la tranquilidad de la Provenza parecía estar sumiéndole en una nueva rutina que no terminaba de encajar.
Pero entonces, un hombre surgido de la oscuridad desencadenó una extraña serie de acontecimientos que acabarían por convertir su vida en una terrorífica pesadilla.
Bueno, aquí han puesto un par de frases más de sinopsis en la contraportada que en la anterior novela, por lo menos en la edición que tengo yo de ambas… Hablamos ahora de la segunda novela del mismo autor. Pilladas las dos por mí en el mismo lote y leídas la una atrás de la otra. Seguro que merecen ser desgranadas independientemente la una de la otra, pero ya veremos si puedo evitar (o no) comentar esta segunda estableciendo más o menos constantes comparaciones con la anterior, que seguramente sería más bien injusto o inadecuado. A ver…
Decir que ese “hombre surgido de la oscuridad” resulta ser un fulano que irrumpe en plena carretera por la noche y que es mortalmente atropellado, no por el protagonista, sino por su amigo tarambana y paranoico (Chucks, estrella del Rock en horas bajas, para más señas) que de momento se da a la fuga. Pero que después descubre que en realidad no hay cadáver ni indicios de que haya ocurrido realmente ese accidente que él está seguro de haber tenido.
Aquí el protagonista es escritor y… ¡Hala!: ya me vuelvo a remitir a eso de que quizá el autor se deja caer en lo de pintarse a sí mismo (bla, bla, bla) hasta cierto punto, en ese protagonista masculino y de nuevo en primera persona. Claro: Es que también el propio estilo del autor y las características del personaje (escritor de éxito pero con sus altibajos creativos) y la manera de ir relatándose a sí mismo, nos hace visualizar, un poco o un mucho, casi al mismo prota del otro libro ¡aunque no lo es, eh! Además el personaje no es tampoco ajeno al terreno de la música, si bien aquí el músico propiamente dicho es ese otro tipo con el que se desencadenan los acontecimientos que dan lugar a la intriga en sí.
Los precedentes básicos: Bert Amandale, el prota, casado y con hija adolescente. Se han trasladado los tres a La Provenza (Francia) desde Londres. Él, escritor, su esposa galerista de arte, y la hija con más tirada a la música que a los estudios y con el algo de rebeldía propia de su edad. El matrimonio ha pasado sus crisis y aún están en ello. La nena también ha tenido algún episodio crítico por abuso de drogas en el pasado… Lo de las drogas (pastillas a veces mezcladas con alcohol más que nada) tampoco le es ajeno al prota. Aparte de no estar desentendido del todo del tema, forma parte de su pasado y de su inquebrantable y fraternal amistad con el rockero. Y va y resulta que el rockero en cuestión también se ha mudado por su cuenta a escasa distancia de ese vecindario provenzal, medio rural y medio elitista… Esa circunstancia, por cierto, tiene bastante de “agua y aceite”, puesto que el prota conserva su gran amistad con el tipo, pero su esposa más bien mantiene un fuerte resentimiento hacia él. Descubriremos que ese personaje fue responsable, años atrás, de un accidente en que murió su pareja, que era la mejor amiga de esa esposa del escritor ¡Vaya por Dios!
Y de pronto surge el tema de que ese tal Chucks, el rockero, parece haber tenido ese otro accidente. Le ha salido al paso esa persona misteriosa en plena noche y se la ha llevado por delante. Hay unas últimas palabras de la víctima, algo sobre una “ermita” (aunque en francés: ermitage)… El rockero, que había bebido, de momento se da a la fuga. Luego vuelve, pero no encuentra (¡ni él ni nadie a la postre!) rastro alguno del cadáver ni indicios del accidente. Así se lo cuenta días después a su amigo Bert, el protagonista.
Lejos de quedar como un misterio irresuelto, quizá con más probabilidades de haber sido una alucinación o un sueño, la cosa acaba provocando una serie de inquietudes, sospechas y paranoias que implican y afectan directamente al prota… También descubriremos que su amigo Chucks ya había tenido en el pasado episodios patológicos de manía persecutoria que ahora parecen reproducirse. Con todo, las sospechas del protagonista acaban inclinándose por creer, antes que dudar, en la veracidad del episodio y en las supuestas implicaciones que parecen irse descubriendo al respecto. Entran en juego una pareja de aristocráticos regentes de cierta clínica de desintoxicación sita en los alrededores. Está la cuestión de la posible identidad de la víctima del accidente: un investigador de “conspiranoias”, de cuya muerte se divulga la noticia poco después, aunque parece ser que en otro accidente distinto (¡¿?!) y a muchos kilómetros de allí, como alejando cualquier posible relación… Y no es la única muerte, aún dentro de esa primera mitad de la novela, que contribuye a potenciar las sospechas de algo siniestro, y que emparanoia todavía más al protagonista. Lo cual acaba repercutiendo fatalmente en sus relaciones familiares (que ya venían algo tocadas de antes) y en cierto rebrotar de sus adicciones tóxicas (o viceversa)…
Pero, al fin y al cabo: ¿Qué hay de fondo en todos esos datos acumulados sobre experimentos aberrantes con cobayas humanas de cierto personaje investigado por la supuesta víctima y, de rebote, por su atropellador? ¿Qué relación con la tan reservada y discreta clínica de desintoxicación? ¿Y con el pequeño edificio anexo que podría corresponder a una “ermita”? ¿Y con los inquietantes cuadros y fetiches que tienen los propietarios de la clínica en su casa, y que parecen sugerir una relación con lo del “mad doctor” antes mencionado?… ¿Y acaso no son reales y ciertas esas voces de supuestos espías, de una posible conversación con walkie-talkies, que se cuelan por el amplificador de la guitarra y hasta quedan grabadas?
Bueno… ¡Pues habrá que irlo descubriendo!
Aquí también hay algunos momentos-sueño, o pesadilla (¡Bieeen!). Aunque resulta bastante más incierto hasta qué punto hay que darles el valor de verdaderas advertencias fantasmagóricas venidas del “más allá” (que vale que parece innegable que tienen esa función en el contexto) o son sólo pesadillas y alucinaciones producto del subconsciente sin más. Acaba habiendo uno, el más detallado, que me recuerda bastante a la escena del sueño de La Semilla del Diablo: El protagonista se ve introducido en una especie de aquelarre en que están implicados la mayoría de convecinos, amigos, conocidos o saludados del lugar… Este sueño desencadena luego una serie de reacciones desafortunadas, pero tampoco queda claro de momento (al menos parece bastante más ambiguo que en la novela anterior) que sea una “verdadera advertencia paranormal”, sino que también puede ser una consecuencia alucinatoria extrema de su vuelta al abuso de las pastillas… De todos modos, ese sueño casa demasiado bien con las sospechas crecientes de que quizá toda la comunidad de sus nuevos vecinos y amistades estén compinchados en esa supuesta trama oscura y amenazante. ¿Será así?…
Sea más o menos acertada la comparación, que a cada cual le salen los referentes que le salen, este argumento me ha venido recordando a las extrañas aventuras del agente Pendergast de las novelas de Douglas Preston & Lincoln Child, de las cuales tengo un puñado, aunque no todas. Y es que todo parece ir encarado a descubrir algún montaje criminaloide de características morbosas y bastante inverosímiles, así como dignas de Cuarto Milenio. Si no de género abiertamente fantástico, sí de cierta naturaleza increíble: ¿Un “mad doctor” y sus experimentos aberrantes, como posible génesis de vete a saber qué continuidad secreta de sus actividades en clave de secta o cónclave?… Bueno. Será, si es que acaba siendo realmente así, porque de momento todo es dudoso y dudable… Claro que aquí no hay ningún raruno y peculiar agente del FBI que venga a hacerse cargo de resolver el misterio. Aquí, lo que sea que resulte, se lo va a tener que comer todo el protagonista… Y a ver hasta dónde consigue, o no, dejar al margen y no implicar a su mujer y a su hija, si es que de verdad pueden estar corriendo un peligro real por culpa de… bueno… de lo que sea…
… Y… Supongo que ya no procede desvelar más. Me quedaré con las ganas de contar dónde, cuándo y cómo se descubre cierta prueba inesperada, por ejemplo, que tiene su aquél, como muestra de que este tipo de detallitos están bien entrelazados a lo largo del relato.
Como comentario final, nada más que insistir en la recomendación… porque a mí me han gustado, claro: Que si tenéis ocasión, leedlas. Las dos, o cualquiera de las dos. Seguro que si sois un poco inquietos y aún no conocíais al autor, hasta os dará por interesaros por él y por sus antecedentes de relatos anteriores publicados por Internet y demás… (O no ¡qué se yo!)… Yo sólo digo que las dos novelas atrapan. Que tienen una narrativa lo bastante bien afinada y engranada como para no dejarte soltar la historia. Al final tampoco son las dos lo mismo, aunque (ya digo que también por leerlas las dos seguidas) el propio estilo, enseguida reconocible de la segunda a la primera, y según qué detalles y “tics” de la manera de elaborar el relato, parecen solapar un poco la una a la otra. Pero al final también se confirma la capacidad del autor para no necesariamente repetirse en la historia que cuenta cada vez, con según qué similitudes evidentes de estilo y maneras, pero sobretodo demostrando un remarcable buen hacer en ambos casos. Valen la pena las dos, y cada una por sí misma. Para pasarlo bien leyendo. Y…
Eso…: Que supongo que ya está lo que yo haya podido tener que decir aquí, absteniéndome en lo posible de “espoilear” más de la cuenta.
Más info en:
http://www.edicionesb.com/catalogo/libro/la-ultima-noche-en-tremore-beach_3188.html
http://www.edicionesb.com/catalogo/autor/mikel-santiago/1190/libro/el-mal-camino_3626.html