Por Fernando López Guisado.
Bueno, amiguetes, pegamos un salto cualitativo y el Tito Athman, majete que es él, me ha propuesto abrirme las puertas de su bitácora. Así que ya tenéis flamante edición crítica y recién estrenadita de «¡Qué grande es el cine y que largo se hace esperar a la novia en doble fila!».
Os recuerdo que no me preocupo de los spoiler. Avisados quedan los incautos.
Blair Witch.

Secuela directa de aquella película que marcó un hito en el cine de terror, inaugurando el género “found footage” que, para entendernos, viene a ser un «Oye, Paco, que me’ncontrao esta cámara en el bosque y vamos a ver si tiene un video guarrete antes de venderla al chatarrero. ¡Ostras, si aquí han grabado cosas muy chungas que dan cangüelo!». Anécdota: fui a ver la original después de una comilona pantagruélica en un restaurante vasco y me mareó tanto que el servicio del cine sí que parecía la casa de una bruja. En verdad respeta mucho del espíritu original conectando directamente con los personajes de aquel clásico pero, como ocurre con este tipo de pelis, resulta confusa. Juega al engaño, al despiste, sí. Pero tiene momentos verdaderamente tan escalofriantes como un silencio de varias horas de tu chica tras dejarte un mensaje en leído. El final te deja con sensación de coitus interruptus pero toda la secuencia en la casa de la famosa “Bruja de Blair”, con sus paradojas temporales, me mantuvo entretenido. Para verla una vez.
Cargo.

No quería verla. De verdad que me olía a dramón con zombis de fondo. No quería. Pero también algo en mi interior me decía que el premio merecería la pena, que no me defraudaría, así que me lié la manta a la cabeza y es una de las mejores historias que he devorado en los últimos meses. No lo niego, repito: es un dramón con zombis de fondo. En algunas escenas, dado que estoy blandito, me dejé más húmeda la pechera del pijama que cuando doy un baño a mis hijos; porque de la paternidad va todo el asunto. De lo bueno y lo malo que podemos llegar a ser, de regresar a las raíces que nos hacen humanos, de cambiar el mundo transformando nuestro espíritu. Creyendo. En definitiva, un peliculón. No puedo estar más agradecido a la persona que me insistió en que debía verlo. Banda sonora soberbia.
Ánimas.

Vamos a ver, voy con prejuicios. De entrada, película española me hace sentirme como un perro con diarrea que necesita salir a la calle cada poco porque no se aguanta. Y no me equivoco. Nueva producción que, a base de alternativa, raruna y equívoca intenta más bien confundir al espectador con trucos mentales, alegorías y homenajes… en vez de dedicarse a resolver. Me parece escuchar la voz del director afirmando: “No vale, tiene que ser más rara, que está todo demasiado claro”. Al ya de por sí conjunto más confuso que una terapia de grupo le añadimos que los actores son pésimos, incluida una Ángela Molina que debía necesitar dinero para cambiar el alternador del coche y aceptó el papel. En definitiva, peli en la que no te enteras de nada y, cuando parece que te lo explica, te deja más confuso que un “mejor no te lo digo”. Para ponerla de fondo mientras haces guarrerías españolas y luego decir que las has visto.
Sesión 9.

Esta es una que vuelvo a visitar después de un tiempo. No me gusta especialmente el tema de los psiquiátricos porque, al trabajar en un hospital y pasar por esas zonas con frecuencia, no me producen demasiado miedo, qué le vamos a hacer. La tenía en una especie de nebulosa de considerarla buena o, al menos, acercarse a ello. De primeras, parece que aprovecharon que gran parte del reparto de “CSI Miami” estaba cerca y les ofrecieron un extra por rodar en los ratos libres de la serie. Actores que se interpretan a sí mismos interpretando a otros personajes, semejante al encasillamiento eterno de Morgan Freeman, que siempre hace de Morgan Freeman. Bueno, al grano, la recordaba buena y lo es. Quizá no un peliculón para verlo todos los días porque resulta bastante duro emocionalmente pero espeluzna (¡Me flipa el término espeluznar!) y creo que no defrauda. Un clásico, algo olvidado, pero un clásico de pleno derecho.
La Lego Película 2.

Fui con mis hijos y tengo que admitir entré frustrado porque no quería verla como la vi. Me resultó muy aburrida. Demasiados guiños frikis sólo para frikis y un ambiente, en la mayor parte del metraje, bastante más pesimista que nada tiene que ver con su antecesora. También muy confusa y con unas canciones nada pegadizas. Crítica y ácida, sin duda, pero no de esa con intención sana que te provoca un buen rollo, salvo en los últimos momentos donde mejora con la idea de que somos nosotros quienes construimos lo que deseamos ser, manteniendo la ilusión y los sueños. Ni de lejos tan buena como la primera. Durante un rato me dormí, lo confieso.
Aniquilación.

Vamos a ver, es lo que promete. Producto para que no lo entiendas. Si alguien lo ha hecho, por favor, que me escriba y me lo diga. Yo es que soy muy cortito. Tiene momentos bastante intensos y, para que negarlo, totalmente Lovecraftianos, cosa que ya merece que le de un pase y me ponga algo cachondo. Pero ¡es que la película no quiere que la entiendas ni de lejos! Se desmonta por todos los lados con su obsesión por hacerse gafapasta. Aparte, lo siento, sé que muchos la idolatran, pero no aguanto a Natalie Portman. Me produce rechazo de piel su cara de estar siempre como en una especie de ese triste orgasmo frustrado que es la misma sensación que se te queda cuando acaba la película. ¿tantos preliminares para esto?
Velvet Buzzsaw.

Más lenta que una carrera de caracoles lo que provoca, con su intento de reflejar la frivolidad del ambiente artístico (¡el Arte, ese mundo de sinvergüenzas!), te reta a pelear contra el sueño como una madre pelea contra la fiebre. La trama fuerte y su meollo duro, que cabalga entre la historia de fantasmas y el legado de objetos malditos, llega demasiado tarde para que consigas disfrutarla a pesar de que todos los actores son buenos, muy buenos, entre ellos una René Russo por la que parecen no pasar los años. Hay momentos verdaderamente prometedores, pero se quedan en una subespecie de «gore» descafeinado, quiere ser gracioso y no lo logra. Producto Netflix con música Netflix y rodaje Netflix que no logra cotas de otros antes mencionados. Para echarle un pase y olvidarte de ella como de una discusión en el coche a las tres de la mañana.
The Black Room.

Venga, vamos a aprovechar que la actriz de «Species» está aún de buen ver y, cogiendo a la medium de «Insidious» para las primeras escenas y metiendo mucho gore y mucho demonio salido, cuela que es una de miedo y no un producto para que desesperados onanistas hagan su agosto en un festín de tetillas al aire y situaciones demenciales. Os juro que «El liguero mágico», ese gran clásico de Ozores, tenía mucho más empaque y profundidad que esto. En definitiva, no da ni para pensar en querer tocarte. Le he sacado mocos a mis hijos que no sólo daban más miedo sino que resultaban más interesantes. Hasta la entradilla y su música de peli porno es para cortarla en ese momento. Definitivamente, tengo un punto masoca para haberla continuado.
Y por el momento, eso es todo amigos… Sed felices y ved cine, mucho cine.