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La caja de botones de Gwendy, de Stephen King y Richard Chizmar

Por Athman M Charles.

Buenos días, mis queridos Lectores Ausentes.

En esta mañana de domingo, dirigimos nuestros pasos hacia Castle Rock, lugar mítico y aterrador, escenario de tantos sucesos inexplicables y terribles. Si, amiguetes: El tito King regresa a su emplazamiento favorito con su nueva obra, La caja de botones de Gwendy. En esta ocasión, no viaja solo. Richard Chizmar (autor al que no he tenido ocasión de leer con anterioridad, pero que cuenta con varios títulos en su haber), le acompaña en el trayecto y como el mismo explica, fue en cierto modo el instigador de este pequeño viaje. Por lo visto, Chizmar escribió la historia hasta que se quedó bloqueado en algún momento, sin saber para donde tirar y fue entonces cuando se la pasó a King para que le diese su opinión y que este hiciese con el material lo que le viniese en gana. El de Maine accedió a poner de su parte, escribiendo el resto y contribuyendo con sus ideas, y el resultado es esta pequeña historia, que siendo honestos, sin estar nada mal, no es tampoco nada del otro jueves. Una novelita corta, apenas poco más que un relato alargado, que si bien no aporta gran cosa al lector, nos permite visitar uno de nuestros parajes favoritos y reencontrarnos con uno de los personajes más emblemáticos en la bibliografía de King, nada más y nada menos que el inefable Randall Flag (AKA Richard Farris), quien como siempre, aparece en escena haciendo cosas raras, para ponernos a prueba y sentarse a ver arder el mundo.

Si bien la historia parte de una premisa interesante, aunque en ningún caso novedosa, su desarrollo no acaba de satisfacernos por completo. Lo que nos cuenta y la forma en que nos lo cuenta no chirrían ni están mal, pero el estilo flojea, no está a la altura de lo que el lector espera. Stephen King nos tiene mal acostumbrados y aquí la escritura parece un tanto simple, algo por debajo del nivel habitual. Capítulos cortos, muy cortos y un avance cronológico en la historia a velocidad de la luz, mostrándonos lo que sucede en un periodo de diez años en apenas doscientas páginas, pasando de escena a escena, de un momento importante a otro, sin permitirnos profundizar en nada. El tratamiento de los personajes sufre del mismo problema. Si bien están caracterizados y cumplen en su rol, notamos falta de profundidad en ellos, nos falta conocerlos más a fondo.

Lo mismo ocurre con varios puntos de la propia historia. Hay tanto material desaprovechado, sin desarrollar y por el que se pasa casi de puntillas, que uno se pregunta si no hubiera sido mejor que King hubiera reescrito todo desde el principio, basándose en el material y las premisas de Chizmar, exprimiéndole toda la chicha que puede salir de ahí. Y es que en algunos momentos, eso es lo que parece la obra: Un borrador de tramas y sub-tramas sin ahondar, que poniéndose serio con ellas, desarrollándolas, dándoles el espacio que requieren, el peso real que tienen en el devenir de la historia, eran la base, ahora si, de una muy buena novela. Tal como está, se queda un poco en tierra de nadie, ni relato (donde realmente funciona si obviamos la extensión) ni novela, por falta de complejidad y donde exige espacio y materia para explayarse a gusto. Se ha escogido una fórmula que no termina de cuadrar.

Otra cosa a la que tampoco se le saca partido es a la propia caja de botones que da pie al título. No sé que les sucedió a los demás, pero cuando me puse con la obra, imaginé una suerte de cosedor o algo similar y para nada. La caja de botones de Gwendy es literalmente eso, una caja con botones, de los de pulsar. Y palancas. Y cada uno de ellos tiene un efecto concreto, que puede darte la felicidad y/o liarla muy parda, siempre y cuando tengas agallas suficientes y ningún tipo de ética, moral, remordimientos ni mala conciencia. De nuevo, reincidimos en el mismo problema: Apenas se le saca rendimiento al propio objeto y a ese problema ético, al uso del maldito cacharro y a sus consecuencias. Se queda ahí. Como causa y efecto de la historia, pero sin protagonismo más allá del mínimo, quedando casi reducida a simple excusa. Había tantas posibilidades en ese aspecto, que me resulta sorprendente que ninguno de los autores haya tirado de ese hilo.

No sé si es que la idea original del proyecto era escribir una novelette si o si, sin la opción de salirse de ese formato y es la propia restricción impuesta en cuanto a extensión obligatoria, o que King quería sacarse esto de encima cuanto antes y se hizo con prisas, yendo al grano para cumplir y punto, pero el caso es que sin ser en ningún caso una mala lectura, resulta a todas luces insuficiente para dejarnos satisfechos. Nos sabe a poco. Es como darle un solo bocado al vuelo al mejor bocadillo del mundo, después de ocho horas sin comer. Estamos hambrientos, el bocata está de vicio, pero apenas hemos podido morder la punta del pan, sin llegar a catar ni la chicha ni la salsa.

Como dato curioso (y que quizá explique el porqué de esta obra irregular y esta peculiar colaboración), resulta que Richard Chizmar es el fundador de Cemetery Dance, un pequeño sello editorial que curiosamente, es quien ha publicado la novela en EEUU. Tinto y en botella, que se suele decir.

Destacable, la cuidada edición del libro por parte de Suma de Letras, impreso en formato cuartilla de 20×16 centímetros, en tapa dura con sobrecubierta y varias ilustraciones en blanco y negro en el interior. Como objeto, mi lado fetichista bibliófilo se sintió feliz y contento.

Y a pesar de todo, con todas su fallas y carencias, la he disfrutado. No puede competir con ninguna otra obra de King que haya leído. No juegan en la misma liga, ni puede siquiera aspirar a ello por su propia condición bastarda, pero José Óscar Hernández Sendín hace un buen trabajo de traducción, como novela corta que es se lee en un rato, resulta entretenida, se le ven las posibilidades (aunque estén desaprovechadas) y siempre es un placer regresar a Castle Rock, ese lugar maldito y fascinante, aunque sea en forma de cuento.

Una rareza dentro de la bibliografía del de Maine, una oportunidad de oro para Chizmar, una lectura ligera para el lector y un trofeo más para la colección de los más completistas.


TEORÍA DE CUERDAS. VVAA. (La Pastilla Roja Ediciones)

Por R. G. Wittener.

Antes que nada, quiero decir que ésta antología me parece un experimento literario muy interesante. Por encima de todo, porque la premisa básica que le ha dado forma al libro no resultaba nada fácil, y aún así consiguió reunir una cantidad respetable de relatos. Un resultado al que han debido colaborar, y mucho, la capacidad de cada autor para exprimir sus filias particulares en el género del terror.

Teoría de cuerdas comienza con un relato del antologista, Daniel Gutiérrez, en el que se nos presentan a cinco personajes: Gabriel, un muchacho preadolescente; Darío, su padre, que ejerce de policía; Lucía, su madre; y dos seres de pesadilla, que se pueden definir como «el gordo» y «el flaco», que invaden el relato para meternos de cabeza en el terror e incomodarnos el estómago, al mismo tiempo que nos obligan a hacernos muchas preguntas (¿qué quieren?, ¿por qué han ido allí?, ¿qué interés tienen en la familia de Gabriel?, ¿qué clase de secretos conocen sobre Gabriel?) mientras van elevando la tensión, hasta un abrupto clímax de final abierto. Y a partir de aquí comienza el experimento literario.

¿Cuál es la premisa de ese experimento? Coger a los cinco personajes, la última frase del relato, y armar una historia a partir de lo narrado por Daniel Gutiérrez. Un juego de «cadáver exquisito» cuyo mayor escollo, o así me lo parece, habrá sido conseguir que las tramas finales de los relatos resultasen originales. Todo lo cual, al menos en parte, se puede decir que han cumplido Alberto M. Caliani, Emilio J. Bernal, Athman M. Charles, Néstor Allende, Santiago Sánchez Perez, Marta Junquera, Daniel Meralho, Leticia A. Lorenzo, Carolina Marquez Rojas, David Rozas Genzor, Carlos J. Lluch, y Tony Jimenez.

El problema (y es un problema de índole personal, lo reconozco, y por tanto muy subjetivo), es que tanto el relato inicial como buena parte de los que componen la primera mitad de la antología se mueven con fruicción (y decir fruicción puede ser quedarse corto) en el terror «sucio«: vísceras, sangre, y otras clases de fluídos corporales surcan sus páginas; las riegan, en estallidos parabólicos que no dejan hueco sin cubrir. Y a ello le acompaña una violencia que raya en el sadismo, con un vocabulario barriobajero a juego. De forma que, aún desarrollando tramas diferentes, a un lector como yo (insisto) le parezca estar asistiendo a variaciones de un mismo tema. Algo que quizás podría haberse atenuado repartiendo esos relatos tan «similares» por la antología, para evitar que se concentrasen. Como ya se puede imaginar, esta opinión es producto de no ser un gran fan de ésta modalidad del terror, y supongo que para otros no resultará ningún problema disfrutarlo.

A pesar de estos remilgos, que espero los autores sepan perdonarme, no voy a decir que la antología no me haya gustado. Que nadie piense tal cosa. Pero quizá por esa «saturación» de gore, la mayoría de mis relatos favoritos son precisamente los que no han incidido tanto en ese recurso.

«Do«, de Néstor Allende «Sgrum». Quizás porque es el que más destaca respecto a ese tono «vísceral» de la antología, desviándose hacia una historia para adultos pero sin regodearse en lo sangriento. Su trama se centra en un tema clásico del género sobrenatural, como es el del Apocalípsis bíblico, con un discurso que podría hacernos pensar en una versión de Neil Gaiman. A lo largo de la historia Gabriel descubre que tiene un papel muy relevante en el fin de los tiempos, y disfrutamos de algunas peleas entre ángeles y demonios mientras el autor va manejando de forma muy creativa la mitología hebrea, así como los diccionarios infernales, para estructurar un universo celestial bastante interesante.

«Toc, Toc«, de Tony Jimenez. Derivando hacia un terror más clásico y psicológico, Tony Jimenez nos plantea una historia en la que la casa de los protagonistas es el centro de actividad de objetos malditos y presencias malignas (los «tockers»), más sentidas que vistas, con las que logra mantenerte interesado en su relato página a página hasta el trágico final para Gabriel y su familia. El único pero que le pongo son ciertos monólogos internos de Gabriel, que me hubiese gustado ver resueltos de otra manera.

«Semillas de demonio» de David Rozas Genzor. En este relato, el autor teje una historia de maldiciones y tratos con sectas infernales, en las que el joven Gabriel se ve obligado a descubrir su infausto pasado y la oscura maldad que le aguarda en el futuro, por medio de una narración que recordará al lector las tramas de La Profecía. No se puede decir que su final sea imprevisible, pero a quienes estén familiarizados con estas historias seguro que se les pasará por la cabeza a medida que lo estén leyendo.

«Buscando una salida«, de Daniel Meralho. El último de mis favoritos es el único que sigue esa dinámica de gore y terror «sucio» que he comentado al principio. Sin embargo, Daniel Meralho lo ha desarrollado dentro de una dinámica de «atrapado en el tiempo» infernal, que te sujeta por las tripas y te obliga a seguir leyendo mientras sientes más y más lástima por el protagonista; hipnotizándote con esa brutalidad y crueldad.

Para hacer honor al título del libro, y completar este viaje por el multiverso, Daniel Gutiérrez cierra la antología con otro relato que se nutre de todo lo que hemos vislumbrado en esos universos paralelos y nos deja en la última página preguntándonos cuál de todos los destinos que hemos presenciado es peor. En definiva, una obra curiosa cuyo público principal son los amantes más acérrimos del género del terror.

 

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Participa en la iniciativa #Leoautoresespañoles

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¿Qué es #Leoautoresespañoles?

#Leoautoresespañoles es una iniciativa cultural que reivindica la calidad de la literatura existente en nuestras fronteras en cualquier idioma oficial, desde las obras que han alcanzado fama universal hasta las de autores noveles que se van consolidando con el tiempo.

La idea de la iniciativa es sencilla: Mañana, sábado 18 de abril, cada participante dejará un ejemplar de su creación (novela, antología, etc.) en un punto representativo de su ciudad. Durante ese día cada autor desvelará pistas en redes utilizando el hashtag y podrá subir la foto con la ubicación de su obra. Las zonas de búsqueda estarán delimitadas en cada localidad y aparecen en nuestra página web.

Todas las noticias estarán en nuestras redes sociales y página web, así como la información de autores y libros que participarán. Las redes se coordinarán con las de los propios autores para aumentar así su alcance.

¿Cómo participa el Athnecdotario?

Este próximo sábado, Lleida se une a la iniciativa ‪#‎LeoAutoresEspañoles‬ de mano de Belén Parra, Mar Lamas, Mónica Barri, Ferran Blanch, Bea Magaña, Petra Blue y un servidor, Athman M Charles.
Os invitamos a que aceptéis el reto y participéis en esta peculiar caza del tesoro. En muchísimas ciudades de nuestro país, cientos de libros serán liberados, dejados en distintos lugares para que los encontréis y os hagáis con ellos. En Lleida capital, son varios los títulos que podréis encontrar distribuidos estratégicamente por el centro de la ciudad. Solo tenéis que estar atentos a las pistas e indicaciones que iremos dejando a través de redes sociales para ayudaros en la búsqueda. Atención al hastag ‪#‎LeoAutoresEspañolesLleida‬, porque allí será donde encontraréis toda la información que necesitáis.
¡Animaos! Es una excelente manera de pasar el sábado por la mañana. Salid a pasear, seguid las pistas y gracias a las pesquisas, haceros con vuestro libro. Descubriréis que tenemos a grandes autores en nuestro país. Gente con talento deseosa de que conozcáis sus historias, de presentaros a sus personajes y haceros pasar buenos ratos. De que disfrutéis de sus obras. De que recordéis que los autores españoles existimos, aunque muchas veces no se nos vea demasiado. Queremos que nos conozcáis y os animéis a hacer vuestro nuestro lema: Yo leo autores españoles.

Los títulos que serán liberados en Lleida son los siguientes:
-Mi gran viaje los 40, de Ferrán Blanch
-Disfrútame, de Mónica Barri
-La Huellas del Silencio, de Verónica Rosinach
-La Casa de los Siete Pecados, de Mari Pau Domínguez
-El chico perfecto no sabe bailar el twist, de Bea Magaña
-Los escarpines de Kristina de Noruega, de Cristian Sánchez Andrade
-Érase una veZ, antología de terror, de Athman M Charles y VVAA
-La peixera, de Maiol de Gracia Clotet
-Dimensión B, antología de ci-fi y serie B. VVAA
-Siete deseos en navidad , Mar Lamas y VVAA.
-Family Nightmares, antología de terror de VVAA

El sábado, queremos que nos leas, que acojas a nuestros libros en tu hogar. Sal, disfruta del día y buena caza…

Correo oficial: leoautoresespanoles@gmail.com

Hastag de la iniciativa: #‎LeoAutoresEspañoles‬

Hastag información Lleida:  #‎LeoAutoresEspañolesLleida

Twitter: https://twitter.com/LAEIniciativa

Facebook: https://www.facebook.com/pages/Leo-autores-espa%C3%B1oles/531709300302217?fref=ts