Muy buenas tardes, mis queridos Lectores Ausentes.
Hoy os traigo el último trabajo de uno de mis autores fetiche, alguien al que descubrí gracias a mi querido (y desaparecido en tierras mañas) Fernando Martínez Gimeno, que me lo recomendó de forma insistente y machacona hasta que le hice caso. La obra en cuestión no era otra que La dama número trece, y el escritor, como es obvio, José Carlos Somoza.
Nunca podré agradecerle a Fernando su persistencia y su buen criterio. Con Somoza existió química inmediata, un feeling especial con alguien cuya percepción del género fantástico entra en perfecta sintonía con la de un servidor, compartiendo criterio y estética, marco y fondo. Me hechizó con Clara y la Penumbra, disfruté de forma totalmente enfermiza con Zig Zag, me dejé llevar con el homenaje Lovecraft que es La Llave del Abismo y pese a lo que digan críticos y entendidos, amo profundamente esas dos obras incomprendidas y vilipendiadas que fueron El Cebo y La Cuarta Señal. No entiendo la razón de tanto rechazo, de tanta repulsa a dos novelas tan intensas, inteligentes, atrevidas e innovadoras. Fuera clichés, fuera tópicos y bienvenida sea siempre la innovación, la originalidad y el aprecio por buscar nuevos recursos y formulas. La estética, como parte fundamental de la historia. El profundizar en pulsiones que permanecen rezagadas, en apariencia ocultas y enterradas en nuestra psique, pero que siguen latentes, vivas y con pulso, mostradas en su plena desnudez, tan bellas como aterradoras y destructivas. Pueden gustar más o menos, pueden llegar en mayor o menor medida, pero criticar una obra hasta lapidarla porque simplemente no es para nosotros, me parece lamentable. Asumo sus errores, sus lagunas y sus licencias creativas, pero las acepto y soy capaz de ver todo lo bueno que queda en la obra tras ellas. A pesar de sus carencias y sus excesos, para mí son dos libros muy interesantes y a los que hay que acercarse sin prejuicios, con la mente abierta y dispuesto a entrar en el juego que nos proponen.
Pero bueno, vamos al lío, que me pierdo en mis cosas. Hoy venimos con Croatoan, la última obra del autor. Sé que a muchos, el título les sonará bastante. Croatoan, la colonia inglesa de Roanoke, desaparecida en esas tierras americanas, como si nunca hubieran estado allí. De su presencia, solo una prueba: La palabra Croatoan tallada en el tronco de un árbol. Nunca más se supo de ellos. Tomando este inquietante episodio de la historia del misterio, Somoza teje una elaborada y dura obra apocalíptica, en la que se mezcla ciencia, terror y el más puro thriller. Una excelente mezcla de géneros que recupera, para el gran público, al Somoza que tantos echaban de menos, sin perder esa virtud suya de innovar, de enfocar desde un ángulo inesperado un tema que ya ha sido tratado con anterioridad, pero jamás desde el prisma que él nos propone. Buceando en la psique humana, la del individuo y el de la propia especie.
Carmela Garcés, una científica divorciada de 34 años, recibe un email de Mandel, su antiguo jefe en el laboratorio de ecosistemas. Hasta aquí todo habría sido normal, si no fuera porque su jefe había fallecido dos años antes, mientras desarrollaba una investigación clasificada de “alto secreto”. Es un email con una sola palabra: “Croatoan”. Al mismo tiempo, en todo el mundo empiezan a sucederse -con pocas horas de diferencia- un sinfín de acontecimientos aterradores. Una familia que hacía camping desaparece. Animales de diferentes especies mueren sin causa conocida, arrojándose por precipicios o fondeando en las costas. Hombres y mujeres semidesnudos recorren las calles farfullando prosodias ininteligibles, se cuelgan de los árboles o se autolesionan. No son zombis, no están muertos, pero suponen una amenaza. ¿Es el comienzo del Apocalipsis o el de un mundo nuevo, radicalmente distinto? ¿Qué está sucediendo? ¿Y por qué? En medio de vertiginosos acontecimientos, Carmela ha de descubrir qué ocurre y, lo más difícil, como hacerle frente. Croatoan es un magistral psicothriller que nos obliga a una profunda reflexión acerca del sentido de la vida humana y sobre los límites de la libertad; nos interroga sobre la identidad que podemos reclamar como propia en un mundo que impone lo colectivo; y nos muestra el carácter impreciso que separa el orden del caos, la cordura de la enfermedad mental, o la naturaleza del artificio.
Eso es lo que más me gusta de Somoza: Su capacidad de ir más allá, de dejar a un lado lo imposible y buscar una causa, unas razones, que justifiquen, que argumenten (aunque sea de forma teórica), lo que sucede. Poniéndonos en nuestro sitio en este complejo entramado que es el universo, restándonos importancia en el tablero y recordándonos que tanto nuestro planeta como el resto del universo, seguirían funcionando sin nosotros. La evolución tiene golpes ocultos e inesperados, nos saca del camino que creíamos y nos despoja de nuestro papel auto-asignado, alejado de esa posición privilegiada en la que nos hemos encaramado como seres pensantes y creadores de lo que llamamos sociedad y civilización. La casualidad no es tal. Impera la causalidad, el reflejo, el conductismo llevado a otro nivel, el más primario y elemental.
Con un estilo ágil y fluido, con ese particular modo de narrar que tanto nos gusta, Somoza desarrolla una historia que nos arranca las máscaras, que desnuda nuestra verdadera esencia, libre de apariencias, de artificialidad y exenta de condicionamientos adquiridos, dejando solo un eco lejano y primitivo que no somos capaces de prever. Curioso comprobar que en cierto modo, estamos en el reverso de lo que fue El Cebo) y que cuando cae todo lo demás, somos puro instinto, pura naturaleza, que acaba por fusionarse con el todo como un solo ente global, un solo ser vivo, palpitando al unísono, para desaparecer como ser individual y ser absorbido por el latido de algo tan básico y demencial como poderoso, sin más. El comportamiento como una ciencia desconocida y que se viene abajo ante la revelación que se nos ofrece.
Personajes bien definidos, con recorrido, como suele ser habitual en el autor y también como de costumbre, unos secundarios que en ocasiones, logran eclipsar a los propios protagonistas y nos dejan con ganas de saber más de ellos. Tensión, emoción, un excelente argumento, bien planteado y mejor desarrollado, e incluso algunas escenas realmente explícitas que nos retorcerán las tripas, son el poso que nos deja su lectura. Es en la resolución final donde, en mi opinión, la obra flojea. La forma de cerrar habitual de Somoza, dejando al lector sin una respuesta clara y concisa, la puerta abierta para que seamos nosotros mismos quienes la cerremos al salir, sin ese final apoteósico y espectacular que cabría esperar, que es cierto echamos en falta y se hacía necesario. Me ha recordado, y mucho, al de Zig Zag, salvando las distancias.
En definitiva, una obra de ciencia ficción y terror, que surge de una leyenda y parte de una base científica desde la que arrancar, para ofrecernos una buenísima historia donde el mejor Somoza vuelve a hacer aquello que se le da mejor: Sorprendernos.
Muy recomendable y con algunos momentos realmente alucinantes que os harán disfrutar.
Croatoan
José Carlos Somoza
Editorial: Stella Maris
ISBN: 978-84-16541-02-7
Páginas: 342 pág.
PVP:19,50 €
http://www.editorialstellamaris.com/titulos/croatoan/#prettyPhoto/0/