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EL CÍRCULO. El paso 3: La versión que cambió el cine de terror y sus secuelas directas.

Tercera parte de la serie de artículos donde analizamos la obra cumbre del terror japonés.

Por José Luis Carbón.

1998 -Ringu (The Ring)                     -Director: Hideo Nakata

1998 -Rasen (Ring: The Spiral)         -Director: Joji Iida

1999 -Ring 2 (The Ring 2)                 -Director: Hideo Nakata

 

AVISO DE SPOILERS

De sobras es conocido para todos los aficionados al cine fantástico y, en particular, a los amantes del terror que una cinta como The Ring (Ringu, 1998, dirigido por Hideo Nakata) representó el nacimiento para el mundo occidental del terror oriental. Fue el pistoletazo de salida de lo que a partir de ese momento se llamó J-terror (expresión que sólo quiere decir “terror japonés”, ¡qué cool queda decirlo abreviado!) con todo el boom de películas de terror japonesas que a partir de ese momento inundaron festivales y cines por toda Europa y Estados Unidos.

Ya Mark Cousins, en su celebrada Historia del Cine (1) nos dice que en The Ring “se combina elementos de El Exorcista con espectros de Mizoguchi en una de las mejores películas de terror con una mujer como protagonista”. Bien, dejando de lado la referencia al hecho de que la protagonista sea mujer (recordemos que en la novela original de Koji Suzuki era un hombre) es interesante el hecho de que aluda a referencias tanto occidentales (el clásico imperecedero de William Friedkin) como los propio orientales en el caso de Mizoguchi, y más en concreto su obra maestra Cuentos de la luna pálida.

Voy a decirlo ya: The Ring (1998) es una obra excepcional, un clásico en toda regla. Y como todos los clásicos sigue teniendo validez el verla en la actualidad, en su caso, dos décadas después. A pesar de que el cine fantástico de terror, en el subgénero de los fantasmas, haya tenido un pasado lleno de obras maestras y referenciales en todas las décadas (La caída de la casa Usher, dirigida por Jean Epstein, en los años 20; Sobrenatural, dirigida por Victor Halperin, en los 30; Al caer la noche, film de episodios, en los 40; para los 50 ya hemos nombrado Cuentos de la luna pálida; en los 60 una joya como Suspense, de Jack Clayton, seguramente la mejor de las numerosas adaptaciones de la inmortal obra de Henry James Otra vuelta de tuerca; La leyenda de la casa del infierno, de John Hough, con guión de, no podía faltar, Richard Matheson;  la siempre reivindicable Al final de la escalera, dirigida por Peter Medak inaugurando la época ochentera, y por cierto, que el final de esta maravilla recuerda a muchos el final de The Ring, pozo incluido; en los 90 una película como Candyman hacía saltar butacas y ya la generación milenial descubriría que directores españoles podían asustar al personal: Los Otros, de Alejandro Amenábar…¡perdón por tan largo paréntesis, la cita de estas maravillosas películas lo merecía!), lo cierto es que el film de Hideo Nakata fue algo nuevo para el espectador occidental. Como bien comenta José Manuel Serrano en su referencial obra Horrormanía, enciclopedia del cine de terror (2) nos dice al respecto: “Desde Japón tenía que venir una película que aportara un halo de aire fresco al tan enquistado cine de terror, especialmente yanqui”. También para el oriental en cierta medida fue nuevo, en cuanto nueva relectura del viejo folklore japonés en los conocidos yorei, esos fantasmas que vuelven de entre las sombras del más allá para vengarse o complicar la vida de los vivos. Que fueran en su mayoría mujeres, vestidas de blanco, con el pelo largo y negro no deja de ser sintomático de una cultura que nos era hasta muy pocos años lejana, y no sólo en el espacio.

Dentro de los yurei tenemos a los onryo, el fantasma japonés más popular, el que lleva su maldición hasta las últimas consecuencias, y Sadako uno de sus más característicos personajes.

Como ya comentamos en el capítulo anterior, la trama de The Ring, novela, sigue la investigación del periodista Kayukuzi Akasawa de unas muertes extrañas, causadas por la visión de un video maldito. Y la película cambia el sexo del protagonista en Reiko Akasawa, aparte de unas cuantas concesiones como el hecho de que la matara su padre (en la novela fue un médico que trabajaba en hospital donde estaba ingresado el padre), que los poderes de Sadako estén más limitados en la novela. Vimos también que la primera adaptación en formato telefilm sí seguía a pies juntillas casi toda la novela. Pero la versión de 1998 revela una nueva trama que dará pie a toda una saga como vamos a ver a continuación y a todo un universo, podríamos decir paralelo, en el que los remakes van a dar nuevas lecturas de este mundo sobrenatural lleno de terror, horror y tristeza.

La mayoría de los que han alabado la película hablan de su atmósfera. Y no les falta razón. The Ring (1998) es una película que crea un clima sugerente, en el que todo te va llevando en busca de lo mismo que quiere averiguar la protagonista (la solución a un enigma) y, además, como espectadores oímos, vemos, percibimos mucho más que los propios personajes. En un juego meta cinematográfico visionamos a Reiko visionando  la cinta maldita, y de ahí surge la empatía en la búsqueda de la verdad. Como bien expresa el crítico italiano Pier Maria Bocchi, recogido en el volumen Cine fantástico y de terror japonés (1899-2001) (3): “El aire y la atmósfera quedan paralizados, absorben la lógica y anulan la sonoridad del lenguaje. Los personajes –y el espectador- fluctúan en un mundo donde las cosas que deben comprenderse, las cosas que deben descubrirse no pueden descubrirse, porque todo es al mismo tiempo negro-transparente-invisible.”

Resulta curioso que ahora mismo que vivimos una época donde los digital mueva nuestras vidas y los ultra-mega-hiper-super HD o imagen en 4K se presentan como lo más novedoso (hasta que aparezca algo mejor, faltaría más!) visionar The Ring supone toda una experiencia cinematográfica, y por ende, también vital. El hecho sobrenatural que hace que Sadako imprima las imágenes en una cinta analógica es algo puramente circunstancial (recordemos que la novela se publicó en 1991, cuando el VHS dominaba el mercado –el DVD no se comercializó de forma masiva hasta 1995). Yo mismo he sido testigo, al pasar la película en una sesión de cine fórum escolar, en 2010, de reacciones muy curiosas de los adolescentes: recuerdo que tras la película la mayoría comentaba qué hubiera hecho si supieran que unas imágenes podrían matarte, y de ahí el tema derivaba a cómo ciertas imágenes pueden perturbar nuestra mente.

Un estudio fundamental de la película es el de Julio Ángel Olivares Merino: The Ring Una mirada al abismo (4), obra fundamental que no sólo estudia la película sino todo lo que representó en su momento, punta de lanza de un nuevo terror cinematográfico. De forma magistralmente poética este estudioso del terror, en todas su manifestaciones, nos define The Ring en estos términos (5): “El filme de Nakata encadena marcos de silencio y suspiro, cuadros en los que se inserta o se “anillan” otros enmarques, dándose eso que hemos venido a llamar juego de espejos, de reflejos –como una poética de la autorreflexión, tan característica de lo posmoderno-, siempre con el constante flujo y reflujo desde la realidad hasta lo irreal, desde lo virtual a lo tangible y sensible, dimensiones no desvinculables entre sí”. No puedo estar más de acuerdo.

The Ring ya forma parte de esas películas que forman parte del imaginario colectivo, con imágenes ya icónicas, como la de Sadako, en el aterrador clímax final, en el televisor, saliendo del pozo para salir literalmente por la pantalla (que la película utilizara elementos occidentales nunca fue discutido: o Poltergeist (1982, Tobe Hooper o Videodrome (1983, David Cronemberg) contienen escenas de ese calibre).

Y como no teníamos suficiente con el impactante final donde Sadako se deja ver y Reiko se dirige a salvar a su hijo (que vio accidentalmente la cinta maldita), los espectadores japoneses que el 31 de enero de 1998 disfrutaron con la obra fílmica de Hideo Nakata pudieron disfrutar del doblete al ver la secuela directa de The Ring en una de las historias cinematográficas más curiosas de la historia del  cine. La secuela se tituló Rasen (en Inglaterra se retituló  The Spiral, como se conoce algunas ediciones en DVD y Blu-ray), dirigida por Joji Iida y con varios de los protagonistas de The Ring. Esta continuación es la gran desconocida de toda la saga. Y ello se debe, principalmente a las malas críticas en el momento de su estreno, al hecho de que se desmarcara de su predecesora en cuanto a ambiente y tono, y por el hecho de que Hideo Nakata rodara otra secuela directa titulada, para eludir el film de Iida, The Ring 2 (1999).

Es Rasen, cuanto menos, un film atípico. Basada en el segundo libro de Suzuki, Spiral, publicado en 1995, se nos presenta la historia justo tras el final del film de Nakata: Ryuji Takayama es asesinado por Sadako y Reiko va en busca de si hija para salvarlo. En Rasen, Mitsuo Ando, patólogo, ha de hacer la autopsia de su amigo Ryuji. Ando vive obsesionado con la trágica muerte de su hijo (observamos cómo el tema de la muerte de un hijo es recurrente en la obra de Suzuki y en gran parte de la saga: es el tema del miedo al perder a un ser querido, el horror ante lo que se considera anti natura: sobrevivir a un hijo). Conoce a la amiga de Ryuji, Mai Takano, que tiene el poder de ver el sufrimiento de los demás (por supuesto, ve el de Ando). ¿Y qué es de Sadako? Naturalmente un yurei siempre clamará venganza, algo que hará a partir del diario que escribió Reiko, y del que surgirá un nuevo virus, que se esparcirá por todo el mundo a partir de la publicación del diario. Así, todo el que lo lea se contagiará. Lo que en The Ring era la visión del video, ahora será la lectura del diario.  Muchos críticos no entendieron este cambio de rumbo. Sadako aparece en algunas secuencias, aunque el verdadero protagonismo es el de Mai Takano. Ando hace el amor con Mai, lo que desencadena lo más surrealista del film: Sadako necesita un cuerpo para poder renacer de nuevo, oportunidad dada por Ando. Realmente a partir de eso momento entramos más en la ciencia ficción que en el terror. A veces criticamos la secuelas que son realmente un calco de la original, y Rasen quiso distanciarse expresamente. Pero una cosa es eso y otra que todos los elementos tengan su papel en la obra cinematográfica y en este caso la trama juega a muchas bazas, bascula entre la ciencia ficción y el terror , y no falta el drama, sin decantarse por ninguna, hace que nos planteemos más preguntas en lugar de dar algunas respuestas. El final es si cabe más surrealista: Sadako junto a Ryuji, en una especie de limbo, ante Ando, muestra lo que le puede pasar a la humanidad cuando den a conocer el diario de Reiko. Un  nuevo orden, o nueva carne que diría David Cronemberg (salvando las distancias), está servido. Pero no todo es negativo. Uno de los aspectos más interesantes de esta entrega es que, al volverla a ver, y una vez vista la secuela que preparó Hideo Nakata, entramos en una especie de What If…? que titularon los de la Marvel en el mundo del cómic cuando explicaban la historia que hubiera ocurrido si algunos acontecimientos no hubieran tenido lugar, qué juego dan los universos paralelos en la ficción!!! Por eso asistimos a esa continuidad de la historia y que hace que veamos a los mismos personajes (interpretados por los mismos actores, Mai Takano interpretada por Miki Nakatani, Ryuji Takayama interpretado por Hiroyuki Sanada, lo que refuerza ese universo alternativo). Este film daría pie a una serie de televisión.

Todos los sinsabores de esa secuela quedaron olvidados cuando Hideo Nakata fue contratado de nuevo para rehacer la franquicia con lo que se conoce como la secuela oficial de la original: The Ring 2 en 1999.

De nuevo volvemos a oír la música de Kenji Kawai, que también trabajó el sonido en las dos películas de Nakata, con esa atmósfera que impregna toda la historia y con los momentos cumbres llenos de terror y espanto repartido entre los sintetizadores y lo sinfónico, que hacen de The Ring 2, de nuevo, una experiencia visual interesante, aunque no son pocas las voces que la consideran como poco digna de su predecesora. No coincido con lo apuntado en el volumen Cine fantástico y de terror japonés 1899-2001 (6) donde se apunta: “en lugar de prolongar o enriquecer la anterior, en cualquier sentido, más bien vulgariza sus aciertos” porque entiendo que el verbo vulgarizar es demasiado extremo y no hace justicia a toda la atmósfera creada de nuevo por los sonidos, la música, la interpretación verosímil y algunas escenas. También es cierto que tras el impacto de la película original era difícil seguir en la misma línea y ser original.
La trama sigue, como lo hacía Rasen, justo donde terminaba The Ring. El protagonismo vuelve a recaer en Mai Takano, quien conecta con el hijo de Reiko, nuevo receptáculo de la maldad de Sadako. Más personajes enriquecen la historia, como la de Masami Kurahashi, una amiga de la sobrina de Reiko, recluida en centro psiquiátrico al ver a Sadako (cuando mató a sus amigos) y que Mai y el periodista amigo de Ryuji visitan, o el médico del centro, el doctor Kawajiri, que es el que va a intentar liberar al mundo de Sadako. Vueltas de tuerca en un final impactante en el descenso pozo, cual remedo de la inmortal obra de Dante La Divina Comedia, donde el fantasma de Ryuji aparece para absorber el mal de Sadako que pueda haber en su hijo y Mai en lucha para salir con el hijo de Reiko, Yoichi, de ese virus de maldad que se extiende sin mesura.

Para el anteriormente citado Julio Ángel Olivares Merino, The Ring 2 “gana en la expresión de los registros emocionales” (7), algo lógico si ya hemos compartido con ellos toda su experiencia con el mal desde la primera parte, aunque en sentido negativo critica que no aporte “algo que no sea la estilización gratuita e innecesaria de muchos de los puntos argumentales de The Ring” (8). La revista de cine fantástico Scifiworld dedicaba uno de sus números (9) a la figura de Hideo Nakata y señalaba que The Ring 2 “deja de lado el terror durante la mayor parte del metraje, a excepción de escenas concretas muy bien repartidas, otorgando todo el peso de la trama a la investigación y la búsqueda de un remedio que termine finalmente con el mal que Sadako ha generado.”

El mal se ha instalado en el mundo ficticio, como hemos visto hasta ahora, por un telefilm y la primera película con sus dos primeras secuelas (cómics aparte). Y ese mundo ficticio se reinstala en nuestra mente, en ese subconsciente donde los miedos tienen siempre un lugar privilegiado. El arte reproduce la vida y la muerte. Y es el miedo a la muerte, esa desconocida, la que se activa cuando sabes que tus días están contados, como en las víctimas de Sadako. Y no sólo eso: el miedo a la muerte se vuelve peor cuando temes la pérdida de un ser querido, de un hijo, como ya hemos comentado más arriba. Lo hemos visto en cada una de las entregas de esta saga. Pero la saga continúa.

NOTAS:

(1)   Mark Cousins: Historia del Cine, 2005, Ed. Blume, pág. 475

(2)   José Manuel Serrano Cueto: Horrormanía, Alberto Santos Editor, 2007, pág. 330

(3)   VVAA: Cine fantástico y de terror japonés (1899-2001), Donostia Kultura, 2001, págs.. 192-193

(4)   Julio Ángel Olivares Merino: The Ring, una mirada al abismo, Ediciones Jáguar, 2005

(5)   op. cit. Pág. 150

(6)   op. cit. Pág. 192

(7)   op. cit. Pág. 52

(8)   op. cit. Pág. 55

(9)   Scifiworld, nº 57, enero 2013, pág. 31

 

Próxima entrega: El Círculo 4: las series de televisión, Ring: The Final Chapter (1999) y Rasen (1999), el remake coreano The Ring Virus (1999) y la precuela Ring 0 (2000).

 

Autor: Athman M. Charles

Pagano y jubilado, montañero retirado, boxeador vapuleado, fotógrafo desenfocado, jugón manco Old School, lector empedernido, juntaletras de medio pelo, casado y con hijos, calvo y barbudo. Legítimo heredero de la Casa de Cal Gallo de Montagut.

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