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La lluvia en la Mazmorra, de Juan Ramón Biedma

Buenas noches, mis queridos Lectores Ausentes.

Hoy venimos con La lluvia en la mazmorra, la última novela de  Juan Ramón Biedma, autor al que tuve el placer de descubrir con El imán y la brújula (Ediciones B) y que ya me llamó la atención con esa peculiar mezcla de género negro y novela histórica.

llelmDurante los tres últimos días del mandato del general Primo de Rivera, la disputa por controlar  un paquete de cartas destinadas a Alfonso XIII, redactadas por algunos de los prohombres más poderosos del país, obligan al escritor Enrique Jardiel Poncela, a una solitaria profesora, a una joven dramaturga y a un sereno de oscuro pasado a convertirse en detectives para realizar una indagación que los conducirá desde los ambientes teatrales y artísticos menos conocidos hasta algunos de los parajes más extravagantes del Madrid de los años treinta: apuestas clandestinas de riesgo extremo, teatros de autómatas, el tráfico de cadáveres con las facultades, asilos de actores, los llamados Cementerios Ambulantes o la vida oculta de la aristocracia más próxima a la monarquía; recorrido que desvelará un entramado trascendental para el futuro del país.

No he tenido todavía ocasión de echarle mano a su pastiche sherlockiano Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado, pero puedo dar fe de que con La lluvia en la mazmorra, Biedma sigue con ese mismo enfoque y buen hacer, repitiendo la fórmula de ambientar su obra en la España de principios del siglo XX y convertir las calles de ese Madrid de época en el escenario ideal para sus crímenes. Un Madrid vivo, real y tangible, que sonríe mientras acecha, descrito  al detalle, tanto en sus paisajes como en sus gentes. Una ciudad convulsa que intenta disimular su miedo ante un futuro nada halagüeño, donde los conflictos y la crispación política van marcando el que sería el trágico destino del país pocos años después.

Madrid es más que un lugar. Se convierte en manos del autor en un personaje más. Se nos desnuda por completo, dejándonos ver sus rincones más sombríos y perversos. Sus costuras, sus cicatrices y sus miserias. Sus secretos inconfesables  y  su cara más estrafalaria y aterradora.

Y hablando de personajes, hay que quitarse el sombrero con admiración cuando te encuentras con alguien con el carisma de Don Enrique Jardiel Poncela, convertido por simple casualidad en investigador, implicado en una suerte de conspiración en las que unas cartas dirigidas al propio rey Alfonso XIII podrían hacer caer a todo el país. Junto a un sereno llamado Hernán Ruíz y a Marcela Arellano, una joven dramaturga que intenta hacerse un hueco en el mundo del teatro tan en boga en esas fechas, el célebre autor y dramaturgo asume esta inesperada misión con su inevitable lucidez, ironía y refinado sentido del humor .  Su presencia brilla por derecho propio y pese a la atmósfera lúgubre y retorcida que es una constante en toda la obra,  que impregna con su afán de descubrirnos aquello que preferimos obviar e ignorar de tan maravillosa ciudad, Jardiel  supone una sutil pero imprescindible nota de luz y capacidad de sacarle punta a todo (con esa pátina de afilada mordacidad), aporta el necesario inconformismo,  apelando al sentido crítico del que siempre hizo gala el intelectual.

Justamente es impresionante el contaste tan brutal entre los distintos estratos que componen la ciudad y que al final, no están tan alejados entre si. Desde el circulo intelectual que rodea al artista hasta los marginados de los barrios pobres, desde el ciudadano de a pie hasta el aristócrata de noble abolengo, desde los monárquicos hasta  sus acérrimos opositores y como no, desde altas esferas de poder que esperan con avidez arrancarse los ojos entre las distintas facciones… Todos ellos son parte de un mismo ser vivo, que respira, palpita y se devora a si mismo y regurgita con infame satisfacción.

Oscuridad, fatalismo, ironía y humor absurdo, casi disparatado. Elementos dispares que Biedma maneja con acierto, según el momento, según lo que pretende hacernos sentir. Semblantes serios, fúnebres. Sonrisas cómplices. Ceño arrugado. Carcajadas.

llelm2Concebida como si una suerte de obra de teatro se tratase, tanto en la curiosa forma de narrar como en los propios diálogos, es señalada por el propio autor como una tragicomedia,  y es cierto que uno no puede evitar sentirse así, como si fuese espectador de una obra, sentado en su butaca dentro de la magnificencia de la sala, disfrutando de cada uno de sus elementos, invitado a apreciar no solo la obra representada, sino la propia naturaleza del propio teatro. Sus actores, sus  decorados, su tramoya y aún más relevante: aquello que ocurre tras las bambalinas. Biedma nos contagia de ese espíritu maravilloso, de esa esencia  y convierte todo Madrid en el escenario cuando se levanta el telón.

Poco más puedo añadir al respecto, salvo que en mi humilde opinión Biedma es uno de los autores más interesantes con los que me he encontrado en estos últimos años. Alguien con un estilo único y cuya forma de entender la literatura se ha convertido en un sello personal que garantiza al lector el disfrute asegurado.

 

La lluvia en la mazmorra

Juan Ramón  Biedma

Editorial: Versátil

ISBN: 978-84-16580-26-2

Páginas: 400 pág.

PVP: 21,00€

http://www.ed-versatil.com/web/tienda/la-lluvia-en-la-mazmorra/

 

 

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