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Los Crímenes de Santa Úrsula, de Greta Spaulding

Buenas noches, Lectores Ausentes.

En una noche como esta, en la que cuesta conciliar el sueño, os traigo la reseña de una novela  a la que le tenía muchísimas ganas y cuya lectura me lleva de manera irremediable a recordar porqué me gusta tanto eso que llamamos Pulp.

Cuando mi queridísima Macu Marrero me habló por primera vez de ese peculiar y extravagante personaje que se hace llamar Greta Spaulding, no pude evitar imaginarme a una adorable viejecita sentada en una vieja mecedora en su porche, escopeta de dos cañones sobre el regazo y vaso de limonada en la mano. Si, sé que mi mente me juega malas pasadas y que mi imaginación me hace formarme imágenes un tanto absurdas, pero es que cuando alguien te comenta que esa dulce ancianita a la que representa escribe cosas como la que abordamos hoy, resulta difícil imaginarla de otra forma.

Los Crímenes de Santa Úrsula es una pequeña joya que reúne en sus apenas noventa páginas todos los elementos que definen al género Pulp, esa cosa abstracta y tan vilipendiada por los entendidos literarios y tan apreciada por gente que como yo, disfruta por igual de todas las virtudes y defectos que caracterizan a este tipo de lecturas.

La América profunda, tan reconocible por todos nosotros, donde aun impera la ley del oeste, donde los tios duros  son  muy duros y los tipos malos, muy malos. Donde los rednecks beben cerveza, mascan tabaco, sueltan tacos y montan peleas de órdago. Donde aun quedan garitos de mala muerte a pie de la carretera donde se reúnen moteros, camioneros, camorristas, pistoleros y fulanas para beber, cerrar tratos o ajustar cuentas.

Por solo semejante ambientación ya vale la pena leer la novela. Inevitablemente uno se ve sentado en una de las mesas de La Teta Enroscada o buscando una sombra de la que resguardecerse del implacable sol en una de las polvorientas calles del pueblo donde El Mariachi o Desperado  aguardan su cita con el destino. Y en los pantanos, entre ciénagas pestilentes y arenas movedizas, uno teme la visita de algo más peligroso que los caimanes….

En semejante escenario, se preparan los personajes. Una comunidad cerrada y poco amiga de los cambios y mucho menos de los forasteros, un sheriff a lo John Wayne, un ranchero desgraciado y su hijo deficiente mental, unos hippies puestos hasta las cejas y  en el sitio menos indicado, Cazarrecompensas sin escrúpulos, una mujer con más cojones que muchos tipos que conozco y una familia algo más que disfuncional forman la peculiar galería de personajes que desfilará ante nosotros en esta historia. Y todos y cada uno de ellos asumirá su papel en la obra. Unos como víctimas, otros como verdugos y el resto como comparsas involucrados de un modo u otro en la trama que se descubre ante nuestros ojos.

Vividores y pendencieros. Perdedores y oportunistas. Rudos y peligrosos. Aquí no hay héroes como los conocemos, sino individuos que hacen lo único que saben hacer o lo único que las circunstancias les permiten. Y villanos, auténticos hijos de puta con los que uno no querría tropezarse en la vida.

Todos ellos implicados de una forma u otra en la resolución del misterio que da pie a la novela: Descubrir quien mató a Tom Carriel.

Si hacemos caso a la leyenda local, dejándonos llevar por la superstición y las habladurías, quizás deberíamos tomar en serio a los que nos advierten y no adentrarnos en los pantanos una vez cae la noche. Por qué, ¿y si los rumores fueran ciertos y la Criatura es  la responsable de las muertes? Dicen que el ser que habita en las ciénagas, un monstruo de apariencia humanoide, se dedica a despedazar a los incautos que se atreven a merodear por la zona.

Como podéis intuir, la lectura no deja lugar para el aburrimiento.  Un argumento que haría las delicias de cualquier amante de la novela negra y de la serie B, tratado con el talento innato de alguien que se mueve como pez en el agua en semejantes lides. Un ritmo vertiginoso, que no da tregua al lector y que le hace testigo de cada uno de los actos de la función, sumergiéndole en la ola de violencia y terror que recorre la novela.

Uno de sus mayores aciertos es el utilizar los saltos temporales  a modo de capítulos. El lector tiene la oportunidad de disfrutar de cada uno de los momentos clave de la historia casi en directo. Los sucesos ocurridos en Santa Úrsula tuvieron una duración de varios años hasta su desenlace en la actualidad y el modo en que la autora narra lo acontecido, llevándonos adelante y atrás en el tiempo, supone un modo excelente de seguir el hilo de las tramas y de sentirnos implicados en ellas.

Un estilo impecable, ágil, dinámico y sin concesiones, dota a la narración de un ritmo trepidante sin perder en ningún momento el nivel ni las formas. La autora tiene muy claro lo que nos quiere contar y como hacerlo, sin perderse en reflexiones ni cuestiones innecesarias y poniendo toda la carne en el asador. Es por eso que la novela, a pesar de su corta extensión, logra desarrollar la historia sin atropellos ni quedándose nada en el cajón. La fluidez es la clave y el haber encontrado el ritmo adecuado para ello nos dice mucho de las dotes narrativas de esta encantadora ancianita. Una lectura ligera, pero intensa en todos los aspectos.

 

Asesinatos, tiroteos, desmembramientos, gore del bueno, criaturas… ¿Alguien  da más por menos y en tan poco espacio? No se vosotros, pero yo creo que no.

Solo me queda darle las gracias a Macu por descubrirme esta novela y por acercarnos las enajenadas tribulaciones de esa abuelita tan terrible como encantadora.

A sus pies, señorita Spaulding.

 

Los crímenes de Santa Úrsula

Greta Spaulding

Editorial: Seleer

Páginas: 87 pág.

ISBN:  978-84-156-1511-8

PVP:  12€

 

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